Octavio Ortiz, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ven Espíritu Santo, luz, aliento y paz, ven a mi corazón y dispón de mí para poder escuchar lo que hoy me revelas de tu Voluntad. Es importante tener mi corazón dispuesto, y abierto a la escucha; quizás estoy muy en paz o en guerra interna, lleno de confianza o buscando acrecentar mi fe, pero ayúdame a que en este momento deje yo de pensar y verme a mí, para pensar, verte y escucharte a ti. Que mi paz esté contigo. Por intercesión de san José, pidamos vigile nuestra oración y nos conceda silencio para escuchar a Dios.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contesta: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo’. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: ‘Págame lo que me debes’. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré’. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dios es un Dios amoroso y un Dios justo. Vemos que análogamente el rey del evangelio juega el papel de Dios en nuestra vida. Nosotros le debemos mucho a Dios, si no lo crees, tan solo respira profundo y date cuenta de que tienes un día más de vida que Dios te ha dado. Le debemos mucho a Dios. Dios nos llama a ajustar cuentas y nuestra balanza está desbalanceada y quizá merecemos una reprimenda, pero suplicamos a Dios perdón y nos perdona porque DIOS ES AMOR, y por amor nos ha entregado a su Hijo único. Dios perdona mis deudas, mis pecados SIEMPRE. Es necesario estar arrepentido y pedirle perdón en el sacramento de la Reconciliación; y Dios nos ama tanto que nos perdona. ¡Qué mejor tiempo para pedir perdón que ahora en la Cuaresma!
Por otro lado, el hombre del evangelio parece que no se sintió amado o se olvidó del amor que Dios le tiene y él mismo no pudo “ir y hacer lo mismo” con los demás, no pudo ser amoroso con los demás porque quizás no hizo una verdadera experiencia del amor de Dios, sino que pensó que el rey le había perdonado porque al rey le sobraba riqueza pero no porque al rey le importará él y su familia; olvidó que el perdón vino porque el rey había tenido compasión por amor a él y a su familia (a quienes iba a mandar vender para pagar la deuda).
Cuando no nos sentimos amados por Dios, buscamos proveernos el amor en otras fuentes, incluso ser nosotros nuestro propio “dios”. Al ser así caemos en mucho egoísmo (y a veces pecados más grandes) y pensamos sólo en nosotros sin ver la necesidad del otro, y buscamos hacer justicia sin amor. El hombre que manda a la cárcel al otro hombre no se ve que haga nada malo sino solamente lo justo, el otro le debía dinero y la justicia sería pagar. Pensando en sí mismo y habiendo olvidado que Dios le ama, quiso arrebatar del otro lo que le pertenecía y no se compadeció de aquel hombre aun usando las mismas palabras que él usó: “ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. El hombre no hace nada malo, pero tampoco nada bueno, no hay amor en sus actos sino solo egoísmo y pensamiento en sí mismo.
Dios nos enseña que, si no lo imitamos a Él o que, si vivimos sin amor, nos convertimos en personas justas sin corazón (ley por ley). Dios mismo es también un Dios Justo, pero como hemos visto, también nos muestra que ante todo es Dios de AMOR. Perdón, compasión, misericordia…y nos invita a hacer lo mismo.
«A Pedro le parece ya el máximo perdonar siete veces a una misma persona; y tal vez a nosotros nos parece ya mucho hacerlo dos veces. Pero Jesús responde: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, es decir, siempre: tú debes perdonar siempre. Y lo confirma contando la parábola del rey misericordioso y del siervo despiadado, en la que muestra la incoherencia de aquel que primero ha sido perdonado y después se niega a perdonar… El comportamiento incoherente de este siervo es también el nuestro cuando negamos el perdón a nuestros hermanos. Mientras el rey de la parábola es la imagen de Dios que nos ama de un amor tan lleno de misericordia para acogernos y amarnos y perdonarnos continuamente». (S.S. Francisco, Ángelus del 17 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Propongamos hoy a vivir antes que la justicia el amor. Evitar pensar solo en ti mismo, escuchar más a los demás, servir en casa el plato de otro antes que el mío, hacer una oración con alguien más y agradecer a Dios por ese “alguien más” que hace oración contigo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.