H. Carlos Morado, L.C
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a dejar a un lado mi egoísmo, mis gustos, mis intereses, y a vaciar mi corazón de todo aquello que me impide que Tú puedas habitar en él.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 28-31
En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”.
Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Lo importante no es «qué» se abandona por Cristo, sino «con qué» espíritu se hace.
No es casualidad que Pedro haya sido el valiente que se atrevió a preguntarle a Jesús por la «recompensa» que recibiremos los que le seguimos. Pedro, roca de la iglesia, habla por ti, habla por mí, habla por todos nosotros que somos iglesia. Fijémonos por un momento en su figura, contemplemos de cerca y veamos la confianza tan grande que tiene con Jesús. Debe de ser un muy íntimo amigo o un descarado para atreverse a hacer las preguntas que todos queremos hacer pero que nadie se atreve a preguntar. Pedro nos enseña a hablar con Jesús. Y a hacerlo con intimidad profunda. Nos anima a pasar de un espíritu de siervos a una intimidad de amigos.
Pedro dice que lo ha dejado todo, al igual que los demás discípulos… Curioso, no eran personas ricas o de posiciones extravagantes en la política o en el ámbito religioso, eran simples pescadores, sencillos, pero muy dóciles. No tenían mucho, materialmente hablando, pero aunque es poco a lo que renuncian, Pedro lo llama «todo», por que basta un «poco» para hacerlo tu «todo», pues cuando el corazón y las pasiones se apegan, magnifican lo que es pequeño y cierran las puertas a lo que verdaderamente es grande. Por tanto, dichoso aquel que renuncia a lo «poco».
Es verdad que dejarlo todo nunca será sencillo ni espontáneo. No es una tarea fácil, se asemeja prácticamente a una cirugía que duele, pero cura. Y su finalidad, según Jesús, no es otra cosa que abrirse a la total libertad interior para seguirle con amor y por amor.
Bien es cierto que nos volvemos como las cosas que amamos, pues el amor hace iguales a los amantes. Y por ello de lo que ama el corazón, de eso está lleno, y de lo que está lleno el corazón, de eso mismo habla la boca.
Jesús es generoso. Dios nunca se deja ganar en generosidad. Nos da todo y nos quiere dar más. Nos da el material y nos deja construir para que, construyendo con amor, edifiquemos para la eternidad. Pero para recibir todo, antes hay que darlo todo. Pues nada nuevo entra en un lugar que ya está lleno. Hay que dejarlo todo para recibirlo todo.
Dios quiere ocupar el primer lugar en nuestro corazón. Pero ni siquiera Dios puede poner algo en un corazón que ya está lleno. Por eso la importancia de dejarlo todo para seguir a Cristo, y darle el primer lugar del corazón a Dios para que así, Dios pueda llenarnos plenamente.
Jesús no exige de todos sus discípulos la renuncia radical a la vida en familia, y si lo hace no lo pide irresponsablemente, pero sí exige a todos el primer lugar en su corazón. Y como Beda dice: Y porque no basta abandonarlo todo, -añade- lo que falta para la perfección es ese: «Y te hemos seguido». Seguir a Jesús es lo importante. Mira que nos fijamos más en lo que dejamos que en lo que ganamos. No miremos la renuncia, mejor admiremos la ganancia: «El ciento por uno en esta vida» (Mc 10,30) Y entonces, ¿qué lugar tiene Dios en tu corazón?
«Pero atención. No vale hacerse los astutos: posponer continuamente un serio examen de la propia vida, aprovechando la paciencia del Señor —Él es paciente, Él nos espera, Él está siempre para darnos la gracia—. Nosotros podemos engañar a los hombres, pero a Dios no, Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos. ¡Aprovechemos el momento presente! Este sí es el sentido cristiano de aprovechar el día: no disfrutar la vida en el momento fugaz, no, este es el sentido mundano. Sino acoger el hoy para decir “no” al mal y “sí” a Dios; abrirse a su Gracia, dejar finalmente de plegarse sobre uno mismo arrastrándose en la hipocresía. Mirar a la cara la propia realidad, así como somos; reconocer que no hemos amado a Dios y no hemos amado al prójimo como deberíamos, y confesarlo. Esto es empezar un camino de conversión pidiendo en primer lugar perdón a Dios en el Sacramento de la Reconciliación, y después reparar el mal hecho a los otros.»
(Angelus de S.S. Francisco, 8 de diciembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Darle a Dios un momento de mi día para pedirle que se convierta en mi prioridad y así otorgarle el primer lugar en mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.