Cristian Gutiérrez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy vengo de nuevo ante ti porque quiero acompañarte. Quiero escuchar tu voz que me indica lo que quieres de mí. Acrecienta mi fe para que pueda creer en ti con mayor firmeza. Aumenta mi esperanza para que no deposite mi confianza en cosas efímeras, que se acaban. Dame un amor fiel, generoso y que se manifieste en obras concretas. Tú conoces mejor que yo lo que necesito, dámelo Señor sin retardo. Dame la gracia de jamás dejarte solo y de llevar tu amor a los hombres necesitados de él.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”. Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Creo que dos cosas me puedes estar diciendo en este pasaje de hoy. La primera tiene que ver con el descubrimiento y cumplimiento de tu voluntad. La segunda es sobre tu forma de pensar a veces tan diferente de la nuestra.
Me dices en el pasaje que tomaste la determinación de subir a Jerusalén porque había llegado tu hora. Ya estaba cerca el momento de entregar tu vida por mi salvación y por ello tomaste el camino a la ciudad santa con previsión. No querías llegar retrasado al plan de salvación. No era fácil humanamente saber que te dirigías al sufrimiento y a la muerte. Pero entonces, ¿qué es lo que te lleva a actuar de esta manera?
Dice el evangelista que tomaste la determinación. Con ello me quieres enseñar a hacer propia la voluntad de Dios. Una vez que conociste la voluntad de tu Padre, te lanzaste a cumplirla a cabalidad. No te detuviste en otros proyectos, viajes o apostolados. La voluntad de tu Padre era que partieras hacia Jerusalén y así lo hacías. Dame la fe y la fortaleza necesarias para cumplir siempre tu voluntad por encima de la mía. Pero no como quien cumple por cumplir, sino de quien cumple por amor, porque sabe que es lo mejor para sí.
Llegaron entonces a un pueblo de Samaria. Ellos se oponen a darte posada en su pueblo. Al parecer humano serían opositores del plan, de la voluntad divina y por ello los dos apóstoles, los hijos del trueno, Santiago y Juan, preguntan si hacen bajar fuego que los devore como castigo por ello. ¡Menos mal preguntaron! Pero ¡qué distinto piensan de como piensas Tú! Inmediatamente les reprendes. ¿No podía acaso también la voluntad divina haber dispuesto que no les recibieran en aquel pueblo?
Me enseñas a buscar tu plan, incluso en aquellas cosas más insignificantes y que me pueden parecer contrarias a tus designios. Dame la gracia, Señor, de descubrir siempre tu voluntad y no dejarme llevar tan fácil por mi corta mirada que a veces no ve más allá de lo que le gusta y conviene.
«Cimentar la unidad, cuyo contenido está determinado por la Palabra de Dios y por el único Pan del Cielo, con el que cada una de las Iglesias que se nos ha confiado permanece Católica, porque está abierta y en comunión con todas las Iglesias particulares y con la de Roma, que «preside en la caridad». Es imperativo, por tanto, cuidar dicha unidad, custodiarla, favorecerla, testimoniarla como signo e instrumento que, más allá de cualquier barrera, une naciones, razas, clases, generaciones».
(Discurso de S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Cumpliré mis deberes de hoy con delicadeza y por amor a ti, buscando ser en todo un instrumento de concordia y unidad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.