Santos Tomás de Aquino, presbítero y doctor de la Iglesia
H. Juan Diego Ballesteros, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo que estás aquí, aumenta mi débil fe. Confío en tu amor infinito, aumenta mi confianza. Te amo, Señor, pero aumenta mi amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”.
Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estas hermosas palabras de Cristo son fruto de una conversación, de unas palabras dirigidas por alguien al Maestro. Primer punto para reflexionar es precisamente esta sublime realidad del diálogo que puede tener la creatura con el Creador, el discípulo con el Maestro, el hombre con Dios. Es este mismo diálogo que puedes tener con Cristo, donde Cristo mismo, Dios del Universo, presta oído a cuanto tengas que decirle para después responderte con palabras de vida eterna.
Este Evangelio es, igualmente, un hermoso homenaje del Hijo Dios para con su Madre, la Santísima Virgen María. Es a través de sus palabras que Cristo nos quiere dar a conocer quién es su Madre. Es ella la que siempre escucha la Palabra de Dios y la cumple.
María, no es solo para Cristo su Madre. Ella es también su hermana, hermano, etc. ¿Qué quiere decir nuestro Señor con esto? Que ella lo es todo para Él, la persona de mayor importancia. ¡Qué gran y sublime dignidad la de nuestra Señora! Igualmente yo, tú, estamos llamados a ser todo para Cristo, a ser su madre, su hermano, hermana, etc., con el simple y grandioso hecho de escuchar la Santísima Voluntad de Dios, revelada en nuestra conciencia, y poniéndola en práctica.
«En respuesta a una vocación especial del Señor, se establecen lazos mucho más sólidos que los del parentesco. Se actúa una consanguinidad con Jesús, propia de quien ha renacido del agua y del Espíritu Santo y según las palabras del divino Maestro: “Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Este vínculo especial de consanguinidad y de familiaridad, también se manifiesta en las relaciones mutuas entre las personas: todos se llaman por nombre, nunca por apellido, y en las relaciones diarios se usa el familiar “tú”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 10 de mayo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Madre mía, mírame y dame las gracias de seguir tu ejemplo; de estar siempre a la escucha de lo que Dios quiera para mi alma, para mi vida, lo que quiera de mí, sabiendo que, en la medida en que cumpla su plan para mi vida, con docilidad de espíritu, en esa misma medida seré feliz, y en esa misma medida, igualmente, estaré ganando para mi alma la entrada en el Reino de los Cielos.
Señor mío, lo único que te pido es que siempre me des las fuerzas necesarias de seguirte a donde quiera que vayas, sabiendo que muchas veces tendré que ir contra corriente, tendré que actuar distinto, tendré que hacer lo que a los demás no les agrada. Pero que todo lo haga por agradarte a Ti, sabiendo que, si doy testimonio de Ti ante los hombres, tú testimoniarás de mí ante tu Padre Celestial. Dame tu amor y gracias que eso me basta.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré dos de las cosas que siento que Dios me está pidiendo que haga.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.