H. Luis Angel Trujillo Alcalá, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, me pongo en tu presencia olvidándome de todo lo que me preocupa en este momento, quiero estar contigo, Tú en mí y yo en ti. Jesús, yo creo firmente que contigo todo lo puedo y que Tú en mí lo puedes todo. Tú eres mi centro, el más importante, el que todo lo puede.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56
Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.
Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Los criterios humanos que se formulan en en nuestra mente, como el deseo de honor, de apreciación, de poder, de grandeza, no encajan con los criterios del corazón de Cristo. Cristo se acerca a la conversación que estaban teniendo los apostoles e interviene. Jesús les muestra a un niño, y les dice que quien reciba a ese niño en su nombre, lo recibe a Él. Jesús, que resucita muertos con su poder y que deja perplejos a escribas y fariseos con su sabiduria, ese Jesús, que llamó a sus apostoles para que estuvieran con Él y compartieran su autoridad, pone de ejemplo a un niño. Hace de este niño un portador de su presencia y de su dignidad.
Jesús, Maestro, así como instruiste a tus apostoles también me instruyes a mí. Me enseñas a verte en mi prójimo, por más pequeño e indefenso. Jesús, graba en mi mente y en mi corazón que la gradenza del hombre es la grandeza que viene de Dios.
«Los niños nos recuerdan otra cosa hermosa, nos recuerdan que somos siempre hijos: incluso cuando se llega a la edad de adulto, o anciano, también si se convierte en padre, si ocupa un sitio de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo. Todos somos hijos. Y esto nos reconduce siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros mismos, sino que la hemos recibido. El gran don de la vida es el primer regalo que nos ha sido dado. A veces corremos el riesgo de vivir olvidándonos de esto, como si fuésemos nosotros los dueños de nuestra existencia y, en cambio, somos radicalmente dependientes. En realidad, es motivo de gran alegría sentir que, en cada edad de la vida, en cada situación, en cada condición social, somos y permanecemos hijos. Este es el principal mensaje que nos dan los niños con su presencia misma: sólo con ella nos recuerdan que todos nosotros y cada uno de nosotros somos hijos. Y son numerosos los dones, muchas las riquezas que los niños traen a la humanidad». (Catequesis de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré a las personas con las que tenga contacto con la conciencia de que, sean como sean, tienen la dignidad de ser hijos e hijas amadas de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.