H. Iván A. Virgen, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, abre mi boca para cantar tus alabanzas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38
En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud, maravillada, decía: “Nunca se había visto nada semejante en Israel”. Pero los fariseos decían: “Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios”.
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El demonio que dejaba al hombre callado se fue. Balbuceos, gemidos y gritos se escucharon mientras este hombre daba sus primeras palabras. Este evento le cambió la vida, y por fin haría escuchar su voz, por fin lo que pensaba en su interior sería claramente expresado.
Muchas veces hay cosas que nos impiden hablar con Dios y con los demás, incluso hasta con nosotros mismos. Son esos demonios que atan nuestro entendimiento de mil maneras diversas. Por ejemplo, cuando queremos hacer un cumplido o una corrección, cuando queremos expresar lo que sentimos y nos calla con la vergüenza. Lo que nos enseña el Evangelio hoy es que los demonios tienen experiencia en enmudecer a las personas porque, callándonos, rompen la comunión. ¡Cuántas veces, incluso, nos callan frente a Dios haciéndonos creer que nuestra indignidad es motivo para estar mudos!
El demonio busca miles de manera de atar nuestros labios, pero la lección más importante de hoy es que Jesús tiene el poder de abrirlos. Basta acercarnos a Él y pedir su ayuda, aunque sea con señas, cuando no podemos hablar. Jesús está siempre dispuesto a escuchar nuestras palabras.
«Por esta razón afirmó que “un cristiano no puede quedarse quieto”, puesto que la vida cristiana es “hacer camino, siempre”, tal como lo dijo al comentar las palabras de Jesús en el Evangelio: “A lo largo del camino, prediquen, diciendo que el Reino de los cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios”. Esta es, pues, la misión y se trata de “una vida de servicio”. La vida cristiana es para servir. Es muy triste cuando encontramos cristianos que al inicio de su conversión o de su conciencia de ser cristianos, sirven, están abiertos a servir, sirven al pueblo de Dios, y después terminan sirviéndose del pueblo de Dios. Esto hace mucho mal, tanto mal al pueblo de Dios. La vocación es para, “servir”, y no para “servirse de”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 10 de junio de 2019, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En este día voy a pedirle a Jesús que me ayude a distinguir cuándo callo por prudencia y cuándo por temor o vergüenza. Si es por prudencia, permaneceré así; pero si se trata de hablar con un buen fin, pero me lo impide la vergüenza, diré lo que pienso con la ayuda de Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.