Regnum Christi Internacional

Martes 8 de marzo de 2022 – « Con valor, vengo ante el trono del Señor»

Raphael Meyer, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, me presento ante ti tal como soy. No como quiero ser, sino como soy, en este momento. Todas las máscaras que me pongo delante de la gente, me las quito ahora para estar en tu presencia, de corazón a corazón.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: ‘Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno’. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este Evangelio, San Mateo nos presenta el Padrenuestro. La oración de los hijos de Dios. El mismo Jesús nos lo enseña. Así de simple, esta oración del Señor expresa los más profundos anhelos, certezas y temores del corazón humano. Cada frase está dirigida a la relación entre la criatura y el Creador, entre el amante y el Amado.  Alabanza, anhelo, abandono a Dios, petición, invocación de la misericordia de Dios, expresión de perdón, petición de perseverancia, petición de libertad.

Esta oración nos muestra que sólo es genuina si viene de dentro. Lo que está en las profundidades debe salir a la superficie, de la oscuridad a la luz. Jesús quiere que oremos de esta manera. Él mismo rezaba así y nos enseña con su ejemplo.

Si en la oración sólo decimos lo que está escrito en un libro o en una estampa, pueden ser bellas palabras. Sin embargo, esa forma de rezar carece de la dimensión de la relación. La calidad de la oración no depende ni de la belleza de las palabras ni del ideal de lo que se expresa. Está en el amor con que rezo. Y como el amor sólo puede ser real incrustado en la verdad y, por tanto, siempre tiene la pretensión de realidad, el amor sólo está presente en la realidad. No es en un mundo ideal ilusorio, sino en la realidad en la que me encuentro en este momento. Con mis dificultades, necesidades, miedos, preocupaciones y pecados. No una realidad como debería ser, sino como es, ahora, hoy.

Jesús nos enseña a rezar así porque quiere encontrarnos como somos, no como nos gustaría ser. Quiere conocerte a ti, no a alguien que no eres y a quien no conoce. Él te conoce y quiere que seas así. Cuando te presentes ante él tal y como eres, te encontrarás con él y te transformará. No son necesarias muchas palabras. Ven ante Él tal y como eres, Él sabe lo que necesitas.

«Jesús, mediante su Espíritu Santo, nos da la fuerza para ir hacia adelante en el camino de la fe y del testimonio: actuar de acuerdo con lo que creemos; no decir una cosa y hacer otra. Y en este camino la Virgen siempre está cerca nuestro y nos precede: dejémonos tomar de la mano por ella, cuando atravesamos los momentos más oscuros y difíciles». (S.S. Francisco, Ángelus del 19 de junio de 2016).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy me presentaré ante Jesús en oración tal como soy. Para ser concreto, escribiré lo que realmente siento, lo que deseo y lo que me pueda enfadar.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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