Iván A. Virgen, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame ti gracia, Señor, que eso me basta. Solo Tú tienes palabras de vida eterna. Alimenta mi corazón con lo que el día de hoy me quieras decir en esta meditación.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5.10 12-14
En aquel momento, se acercaron los discípulos de Jesús y le preguntaron: ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muchas veces habrás escuchado sobre la oveja perdida y cómo el Buen Pastor ha emprendido grandes viajes y riesgos con tal de recuperarla. Quizá tú mismo has sido esa oveja que se ha extraviado y todo el rebaño se ha regocijado con tu vuelta al redil, pero hoy quisiera compartir mi experiencia como la oveja número noventa y nueve.
Debo confersar que ser la noventa y nueve no es algo que me agrade mucho, pues no soy la primera ni la última. No he tenido la dicha de ser la primera a la que el Pastor ve, pero tampoco he sido aquella por la cual el Pastor ha anhelado el regreso. Digamos que soy la oveja promedio o, incluso, ni siquiera eso, pues probablemente soy la penúltima porque he tardado en entrar al redil. Puede ser que la mediocridad ha matizado mi entrega, puede ser que me he visto a mí demasiado en vez de mirar al pastor.
Si mirara más al pastor quizá me daría cuenta de que para él no hay números, que todas son las primeras, que todas valen la pena rescatar, que en el cielo hay gran alegría por un pecador que se arrepiente, pero también por una oveja promedio que decide entregarse un poco más. Quizá pueda escuchar al Pastor, oír decir mi nombre pronunciado por sus labios. Quizá si me preocupara más por servir más a mis hermanas ovejas no habría tantas que salieran del rebaño, quizá hasta yo mismo cruzaría cielo, mar y tierra con tal de traerlas de vuelta.
«Una es única. El pastor, en efecto, no posee simplemente 99 ovejas, sino que tiene una, una, una, una, una…: es decir cada una es diversa. Y Él ama a cada una personalmente. No ama la masa indistinta. ¡No! Nos ama por nombre, nos ama como somos». (S.S. Francisco, Homilía del 6 de diciembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Estaré atento para ver de qué manera puedo cultivar una actitud humilde que me ayude a fijar la mirada en el Maestro y en el servicio a los demás (puede ser evitar discutir sin sentido, callando ante una crítica, cediendo un privilegio a otro, hablando bien de alguien, etc.).
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.