Regnum Christi Internacional

Más allá del aula: el educador como guía, testigo y sembrador

Entrevista a Luis Polo Gómez: En cada taller, charla o conversación personal, siento que Dios siempre tiene algo que decir… y trato de ser un canal para ese mensaje.
Más allá del aula: el educador como guía, testigo y sembrador

Luis Polo Gómez es colombiano y ha trabajado en la educación ya por varios años, primero 4 años en la Universidad Anáhuac Mayab y posteriormente 8 años en la Red Internacional de Colegios Regnum Christi. Actualmente trabaja en el Colegio Cumbres Bogotá como responsable de disciplina para alumnos de 4° a 12° grado. A lo largo de su carrera ha impulsado iniciativas y proyectos educativos que buscan la formación integral de los alumnos junto con las familias. También se ha especializado en psicología, algo que aprovecha para aplicarlo a su labor formativa en los colegios. ¿Qué tan importante es el binomio familia-colegio? ¿Qué tanto bien se hace a la niñez dándoles celulares y tabletas? ¿Cómo influye un buen formador en los alumnos? Luis Polo nos ofrece a continuación unas pistas.

¿Qué ha aportado para ti y tu matrimonio el trabajar en colegios, qué enseñanzas te llevas a tu casa?

Para mí, este lugar ha sido siempre un espacio muy especial, donde siento que Dios me ha acompañado de forma constante. Lo digo con el corazón, porque fue aquí donde conocí a mi esposa, y eso marcó mi vida. Además, tengo el regalo de poder encontrarme con Él cada día en la capilla del colegio, en el sagrario. A veces me detengo un momento, en medio del trabajo, y pienso en lo afortunado que soy de tener tan cerca a la Eucaristía, de poder acercarme a Él cuando lo necesito, sin importar la hora ni el ritmo del día.

Eso me da paz y me recuerda por qué estoy aquí. Y también siento que el trabajo que hacemos tiene un sentido más profundo. No es solo una labor diaria, sino una forma de misionar, de servir desde lo que somos y hacemos, y eso me gusta y es lo que me llevo a diario a mi casa.

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Para Luis Polo, los alumnos tienen hoy en día el reto de salir de una apatía generada por falsos estereotipos promovidos por las redes sociales. (Crédito de la imagen: Colegio Cumbres Bogotá)

En la Universidad Anáhuac del Mayab (México) te tocó organizar actividades pastorales con el personal, ¿nos puedes compartir algunas de esas actividades y el aprendizaje que tuviste con eso?

Cuando trabajé allí, me encomendaron la tarea de desarrollar un proyecto que ayudara a evangelizar al personal de la universidad. Fue entonces cuando nació una iniciativa que llamé #OrgulloAnáhuac. El primer paso fue realizar una encuesta a todos los colaboradores. En ella les preguntaba cosas sencillas pero significativas, como cuánto tiempo llevaban trabajando en la Universidad, qué habían estudiado y si participaban en algún apostolado católico que quisieran compartir o al que nos pudieran invitar.

Este ejercicio tenía un doble propósito: por un lado, conocernos mejor como compañeros de trabajo, y por otro, visibilizar y promover los diversos apostolados católicos, no solo los del Regnum Christi, sino también otros dentro de la gran riqueza de la Iglesia. Mi intención era mostrar cómo Dios puede llamarnos a servirle desde diferentes vocaciones, siendo instrumentos en distintas misiones.

Como fruto de este proyecto, varios compañeros nos unimos a nuevos apostolados, y descubrimos muchos otros que ni siquiera sabíamos que existían. Fue una experiencia muy enriquecedora que nos ayudó a fortalecer nuestra fe, nuestro sentido de comunidad y nuestro compromiso con la misión evangelizadora de la Universidad.

¿Cómo ves a los jóvenes y adolescentes de Bogotá en general? ¿Qué retos ves que se deben afrontar a nivel educativo?

Hoy, trabajando con adolescentes en Bogotá, observo grandes desafíos que enfrentan tanto ellos como sus familias. A nivel externo, existe una fuerte presión social y una constante exposición a estereotipos falsos promovidos por las redes sociales. Esto deja a muchos jóvenes sin referentes positivos sólidos, a merced de sus emociones, dudas y una autoestima frágil. Como resultado, es común ver en ellos insatisfacción, frustración y una aparente apatía que, muchas veces, se confunde con los cambios normales de la adolescencia.

Además, noto una dificultad creciente para identificar y gestionar sus emociones de forma saludable, lo cual afecta sus relaciones y su bienestar integral. Por otro lado, está el reto que enfrentan los padres de adolescentes. Nadie nos prepara realmente para ser papás, y eso se refleja en una gran variedad de estilos de crianza. Hay padres emocionalmente ausentes, otros que sobreprotegen y no permiten que sus hijos enfrenten las consecuencias de sus actos, y también están — aunque en menor número — aquellos padres que logran un equilibrio: son cercanos, firmes y amorosos. Considero que entre estos dos escenarios se concentran muchos de los retos más urgentes que vivimos hoy.

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Un buen formador sabe que los niños y los adolescentes lo ven todo, lo observan todo y, sobre todo, también lo imitan todo, y por ello hay que ser coherentes como adultos. (Crédito de la imagen: Colegio Cumbres Bogotá)

Te ha tocado implementar algunas iniciativas para ayudar a los alumnos en su formación integral, ¿nos puedes contar de qué se trata?

Este año, con el objetivo de apoyar tanto a los adolescentes como a sus familias — y de manera indirecta también a nuestros compañeros docentes —, iniciamos, junto con mi equipo de psicólogas, el líder de pastoral y la directora de sección, un programa llamado «Líder de Paz». Este programa tiene como propósito principal brindar a los estudiantes herramientas prácticas para resolver conflictos de forma pacífica, fortalecer la comunicación asertiva y fomentar relaciones sanas, todo esto basado en un enfoque sólido de bienestar emocional.

Para alcanzar estos objetivos, desarrollamos talleres prácticos dirigidos a los estudiantes, en los que se emplean metodologías participativas como el roleplay, una técnica educativa donde representan distinto personajes permitiéndoles experimentar y reflexionar sobre situaciones reales, y ponerse en el lugar de la otra persona.

Además, con el fin de empoderar a los propios alumnos, cada grupo elige a dos compañeros (un niño y una niña) que destaquen por su capacidad para resolver conflictos y generar confianza. Estos estudiantes, seleccionados bajo criterios claros, cumplen un rol clave en la promoción y sensibilización del programa, ayudando a crear conciencia entre sus pares sobre la importancia de construir una cultura de relaciones sanas y respetuosas.

Para complementar esta estrategia, el programa también incluye un espacio físico llamado «Rincón de la Paz»,  talleres dirigidos a padres de familia y docentes, buscando alinear el acompañamiento emocional y formativo desde todos los frentes de la comunidad educativa.

¿Consideras que el binomio familia-educación es primordial no solo para el éxito de los programas académicos sino sobre todo para el mismo estudiante?

Creo firmemente que la participación activa de los padres es fundamental; es el sine qua non (lo indispensable) para que el proceso formativo de los adolescentes tenga verdadero impacto.

Papás involucrados forman adolescentes más conscientes, seguros y preparados para afrontar los retos de la vida en pocos años. Por eso, es clave integrarlos en este proceso, brindarles herramientas, compartir estrategias, y fomentar espacios donde puedan apoyarse mutuamente como una comunidad sólida.

Además, es importante que los padres se conozcan entre sí. Saber a qué casa va su hijo o hija cuando visita a un compañero. Siempre insisto en que debemos formar una gran comunidad educativa entre padres del colegio. Esa alianza es la base del verdadero desarrollo personal y social de nuestros hijos.

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Luis Polo Gómez con su esposa.

Desde tu experiencia, ¿cómo se ve la influencia de un buen formador en un estudiante?

En la formación de niños y jóvenes, siempre existen referentes, ya sean positivos o negativos. Por eso, es fundamental que nosotros, los adultos, tomemos conciencia del testimonio que damos con nuestra vida. La coherencia entre lo que decimos y hacemos en relación con nuestros valores es clave. Los niños y los adolescentes lo ven todo, lo observan todo y, más aún, lo imitan todo.

Tal vez has podido constatar el cambio drástico que ha habido en los adolescentes con el uso del celular y las redes sociales, ¿qué retos y oportunidades ves aquí?

Considero que el uso de redes sociales en edades tempranas no debería permitirse. Diversos estudios han demostrado que su uso puede generar modificaciones cognitivas en niños y adolescentes, cuyo cerebro aún se encuentra en desarrollo. Esta vulnerabilidad los hace más propensos a buscar estímulos constantes, recompensas inmediatas y picos de dopamina, lo que afecta negativamente su capacidad de atención y concentración, fundamentales para la realización de tareas académicas o cotidianas.

Además de los efectos cognitivos, existen riesgos importantes en el ámbito de la socialización. Por un lado, los niños más tímidos tienden a refugiarse en las pantallas para evitar la interacción real, lo que limita el desarrollo de habilidades sociales esenciales. Por otro lado, aquellos con mayor facilidad para socializar también pueden verse afectados, ya que comienzan a buscar validación y refuerzo de su autoestima a través de los «likes» o reacciones en redes, en lugar de hacerlo mediante relaciones personales auténticas.

En mi experiencia profesional, veo con preocupación cómo, desde edades muy tempranas, muchos padres entregan celulares o tabletas a sus hijos sin restricciones, principalmente para mantenerlos distraídos. Esto sucede sin considerar que la adolescencia es una etapa crucial para consolidar habilidades sociales y otros aprendizajes fundamentales para la vida. Hoy más que nunca, tanto en el hogar como en la escuela, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de limitar el uso prolongado de pantallas e incentivar experiencias reales: el contacto con la naturaleza, el juego al aire libre, las conversaciones cara a cara. Esta interacción con lo auténtico fortalece las herramientas emocionales y cognitivas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida con mayor éxito y bienestar.

¿Qué legado te gustaría dejar trabajando en colegios?

Esta pregunta toca algo muy profundo en mí… Más allá de dejar un legado, lo que realmente me gustaría es que mi paso por los colegios siembre el mensaje que Jesús vino a traernos: amar a los demás como Dios nos amó. No es solo una frase bonita, para mí se ha vuelto una misión de vida: ¿cómo lograr que cada niño, niña, adolescente, papá, mamá y compañero de trabajo se sienta valioso, importante, digno de amor? Y creo que eso empieza por algo muy sencillo pero poderoso: estar cerca, escuchar de verdad, mirar con amor.

En cada taller, charla o conversación personal, siento que Dios siempre tiene algo que decir… y trato de ser un canal para ese mensaje. A veces no es necesario nombrarlo directamente, pero sí mostrarlo con lo que uno hace y cómo lo hace. Mi deseo es que, poco a poco, esa presencia de Dios se vuelva algo natural en la vida de los niños y jóvenes, que descubran que hablar con Él, buscarlo, confiarle lo que sienten, puede ser parte de su día a día. Que primero sientan que son amados y luego puedan reconocer que ese amor viene de algo más grande, de alguien que los pensó y los ama infinitamente.

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