H. Andrey Franco, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi Dios y Señor, te doy gracias por una oportunidad más de estar juntos. Dame, Señor, la gracia de experimentar tu amor, que está tan presente en mi vida. Ayúdame, Señor, a no ser ciego a tu amor y a tu presencia. Que tu amor sea el motivo único de mi existencia. Que sólo te tenga, Señor, a ti. Sólo esto me basta. ¡Tu amor!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 42-46
En aquel tiempo, dijo el Señor: “¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!”. Un maestro de la Ley intervino y le dijo: “Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros”. Jesús replicó: “¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La liturgia de hoy nos presenta a un Cristo no muy amigable, según nuestra visión; aunque las exclamaciones de Jesús salen de un corazón que quiere lo mejor para sus amigos. Las advertencias de Jesús son gritos que intentan ayudar al que se pierde.
Jesús nos alerta sobre tres problemas. Primero la falta de amor en las obras, después el orgullo y las apariencias y por fin la sobre exigencia con nuestros hermanos y hermanas. Hoy estamos invitados a ver estos tres puntos en nuestra propia vida, pero enfoquémonos en el primero punto.
Cuantas veces perdemos de vista el motivo principal que nos lleva a dar testimonio de vida cristiana, el ser una persona justa, de bien, o hasta el dedicarnos a nuestra familia. Se pierde el verdadero motivo de nuestro obrar y actuar. Nos olvidamos que todo lo deberíamos hacer por amor a Dios y en todo deberíamos buscar hacer presente el amor de Cristo. El amor a Dios debe ser lo que nos mueve a obrar, la fuerza de energia y dinámica de nuestra vida. No de qualquier manera, pues el amor a Dios exige lo mejor de nosotros mismos.
«Hay unas palabras de Jesús, en el Evangelio de Mateo, que vienen en nuestra ayuda: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les aliviaré” (Mt 11,28). La vida a menudo es pesada, muchas veces incluso trágica. Lo hemos oído recientemente… Trabajar cansa; buscar trabajo es duro. Y encontrar trabajo hoy requiere mucho esfuerzo. Pero lo que más pesa en la vida no es esto: lo que más cuesta de todas estas cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser querido. Algunos silencios pesan, a veces incluso en la familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor las dificultades son más duras, inaguantables. Pienso en los ancianos solos, en las familias que lo pasan mal porque no reciben ayuda para atender a quien necesita cuidados especiales en la casa. “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados”, dice Jesús». (Discurso del Papa Francisco a las familias, 26 de octubre de 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Como ofrecimiento personal, buscar dar algo que le guste a mi familia, especialmente parte de mi tiempo, para hablar, salir a caminar, compartir como familia…
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.