Diego Alberto Suárez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, vengo a ponerme en tu presencia. Quiero escuchar tu voz, quiero tocarte, quiero conocerte, quiero amarte. Pero, el ruido de mi corazón, de mis preocupaciones y problemas me distrae. Las pongo en tus manos, pues soy débil para resolverlas. Jesús, creo en ti, pero aumenta mi fe. Jesús, te amo, pero aumenta mi amor por ti y déjame amarme por ti. Jesús, confío en ti, pero ayúdame a abandonarme en tus manos. Espíritu Santo, guíame, ilumíname y abre mi mente y mi corazón a la voluntad del Padre. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los farsantes, que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Que vale más, ser bueno a los ojos de los hombres o ser bueno a los ojos de Dios? En este evangelio, Señor, me invitas a la interioridad contigo. Me invitas a vivir íntimamente unido a ti. Pero, para ello, me recuerdas que tengo que dejar la gloria y el reconocimiento del mundo, si quiero vivir unido a ti. No es dejar la gloria y el reconocimiento humanos por la nada, sino buscar la gloria y el reconocimiento tuyos. Es buscarte a ti en todo lo que hago.
Señor, que todo lo que haga hoy sea por ti, para ti y contigo. Enséñame a dialogar contigo así como les enseñaste a tus discípulos, con esa oración que brota del corazón, que no tiene límites ni se acongoja. Enséñame a rezar sin el temor a no ser escuchado, aunque Tú siempre me escuchas, pero no siempre soy consciente de ello. Enséñame a rezar con la sencillez de quien se sabe necesitado de ti.
«Pero si la oración, la caridad y el ayuno deben madurar en secreto, sus efectos sin embargo no son secretos. La oración, la caridad y el ayuno no son medicamentos sólo para nosotros, sino para todos; de hecho, pueden cambiar la historia. En primer lugar, porque quien experimenta sus efectos, casi sin darse cuenta, los transmite a los demás; y, sobre todo, porque la oración, la caridad y el ayuno son las principales vías que permiten a Dios intervenir en nuestras vidas y en la vida del mundo». (S.S. Francisco, Homilía del 2 de marzo de 2022).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Proponte hacer un acto de caridad, tal vez ayudar al vagabundo con el que siempre te cruzas en la calle, ayudar a alguno de tus vecinos que tiene alguna necesidad particular o ayudar a tu párroco en las necesidades de la parroquia. Pero busca que este acto de caridad sea entre tú y Dios, “que lo que haga tu mano izquierda no lo sepa a derecha.” Después de hacerlo, ofrécelo al Señor diciendo “Señor, por ti lo hice, contigo lo hice, a ti te lo hice. Que sea para mayor gloria tuya”.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.