Luis Ángel Trujillo Alcalá, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre Santo, te pido, que envíes tu Espíritu a mi corazón y a mi entendimiento para conocer tu verdad, instrúyeme para que el amor sea siempre mi ley suprema.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo entró Jesús otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: “Levántate y ponte ahí en medio”. Y a ellos les preguntó: “¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?” Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: “Extiende el brazo”. Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús es nuestra ley suprema. Jesús es el cumplimiento de la ley, es aquel que nos enseña el modo de vivirla. De alguna manera, Jesús nos enseña que lo que tenemos que salvaguardar, ante todo, es el bien que la ley busca custodiar. Los fariseos querían usar la ley para acabar con Jesús. A ellos ya no les importaba el bien del paralítico, les importaba usar la ley para cumplir sus propósitos torcidos. Es muy importante discernir cómo aplicamos la ley, para que la ley no sea motivo de sufrimiento de aquellos a los que busca custodiar. Todos nosotros debemos estar atentos para buscar el bien.
Muchas veces soy juez de mi propia conveniencia. Cuántas veces me pasa, en mi vida, que busco escudarme con ciertas normas o leyes de modo deshonesto, o le echo en cara a otro ciertos “incumplimientos” para mi propio beneficio o satisfacción, peor aún, cuántas veces he usado una “ley” para herir a otro. El evangelio de hoy presenta una frase fuerte, dice que Jesús estaba “dolido de su obstinación”. Perdóname Jesús, por las veces que al mirar mi corazón has encontrado esa misma obstinación.
Jesús nos enseña que Él no ha venido a abolir la ley sino a darle plenitud. Él nos enseña el modo, pues Él es el camino. La ley suprema es, pues, el bien, el Amor.
«Cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la palabra de Dios y la fuerza de la gracia a quienes sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos y enfermeros, para que el servicio al enfermo se preste cada vez más con humanidad, con entrega generosa, con amor evangélico y con ternura. La Iglesia madre, mediante nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre». (S.S. Francisco, Ángelus del 8 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy quiero pedirle perdón a Dios de manera sincera por todas las veces en las que he sido juez de mi propia conveniencia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.