H. José David Parra Gómez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Buenos días, Señor Jesús! Te quiero agradecer por esta noche en la que me has acompañado, velando mi sueño e instruyendo mi corazón. Pongo en tus manos este día que Tú me regalas para cumplir tu voluntad con confianza y sencillez.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino”. Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos contestaron: “Siete, y unos cuantos pescados”.
Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nosotros nos encontramos muchas veces como aquella gente de la que nos habla el Evangelio de hoy, con hambre y llenos de enfermedades. Sin embargo, muchas veces, nosotros no acudimos a aquel que verdaderamente nos sacia el alma y nos sana el corazón.
La sed más grande que haya experimentado jamás la humanidad, es la sed del amor. Lo buscamos en todo lo que hacemos y haríamos lo que fuera por poseerlo y nunca dejarlo ir. Cristo, nos invita a acercarnos a Él para que bebamos de las fuentes vivas de su corazón, y así, una vez saciados, le podamos ayudar a saciar la sed de tantos, simplemente con una sonrisa cálida, una escucha sincera, una mirada amable y llena de misericordia.
Jesús siempre está allí, esperando a que nosotros nos decidamos ir a Él en busca de consuelo y sanación. Solo Él puede sanar las heridas profundas que tenemos marcadas en el corazón; solo en Él puede descansar nuestra alma; y solo por Él somos verdaderamente consolados en todo dolor, dificultad o soledad.
«La compasión, la ternura que Jesús ha mostrado respecto a la multitud no es sentimentalismo, sino la manifestación concreta del amor que se hace cargo de las necesidades de las personas. Y nosotros estamos llamados a acercarnos a la celebración eucarística con estas mismas actitudes de Jesús: en primer lugar, compasión de las necesidades de los otros. Esta palabra que se repite en el Evangelio cuando Jesús ve un problema, una enfermedad o esta gente sin comida. “Tuvo compasión”. Compasión no es un sentimiento puramente material; la verdadera compasión es padecer con, tomar sobre nosotros los dolores de los otros. Quizá nos hará bien hoy preguntarnos: ¿yo tengo compasión? Cuando leo las noticias de las guerras, del hambre, de las pandemias, tantas cosas, ¿tengo compasión de esa gente? ¿Yo tengo compasión de la gente que está cerca de mí? ¿Soy capaz de padecer con ellos, o miro a otro lado o digo “que se las arreglen”? No olvidar esta palabra “compasión”, que es confianza en el amor providente del Padre y significa valiente compartir.» (Ángelus de S.S. Francisco, 2 de agosto de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a ser amable y paciente con la persona que generalmente me causa más dificultad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.