Alejandro Rondón, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Empieza este momento de oración poniéndote en las manos de la Virgen María, y pidiéndole a ella la gracia de encontrarte con Dios por medio de la lectura y la reflexión del Evangelio.
Señor y Dios mío, me pongo en tus santas manos, Tú eres el puerto seguro donde mi alma puede reposar tranquila. Te pido en este momento de oración que acrecientes en mí los dones de la fe, la esperanza y el amor. Concédeme llegar a la celebración de la Navidad con un corazón renovado para que pueda recibirte en mi vida a ejemplo de María y José.
¡Ven Señor Jesús a reinar en mi corazón! Hoy quiero proclamarte como el Rey de mi vida completamente. Gracias por todo lo que me das y especialmente por este día. En tus manos pongo las actividades de hoy para que en todo te dé la mayor gloria.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56
En aquel tiempo, María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”. María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«El Cántico de la Virgen también nos permite intuir el sentido cumplido de la vivencia de María: si la misericordia del Señor es el motor de la historia, entonces no podía conocer la corrupción del sepulcro aquella que, de un modo inefable, dio vida en su seno y carne de su carne al autor de toda vida. Todo esto no tiene que ver sólo con María. Las “grandes cosas” hechas en ella por el Omnipotente nos tocan profundamente, nos hablan de nuestro viaje por la vida, nos recuerdan la meta que nos espera: la casa del Padre.
Nuestra vida, vista a la luz de María asunta al Cielo, no es un deambular sin rumbo, sino una peregrinación que, aún con todas sus incertidumbres y sufrimientos, tiene una meta segura: la casa de nuestro Padre, que nos espera con amor. Es bello pensar en esto: que nosotros tenemos un Padre que nos espera con amor y que nuestra Madre María también está allá arriba, y nos espera con amor.
Mientras tanto, mientras transcurre la vida, Dios hace resplandecer “para su pueblo, todavía peregrino sobre la tierra, un signo de consuelo y de segura esperanza”. Aquel signo tiene un rostro, aquel signo tiene un nombre: el rostro radiante de la Madre del Señor, el nombre bendito de María, la llena de gracia, bendita porque ella creyó en la palabra del Señor. ¡La gran creyente!
Como miembros de la Iglesia, estamos destinados a compartir la gloria de nuestra Madre, porque, gracias a Dios, también nosotros creemos en el sacrificio de Cristo en la cruz y, mediante el Bautismo, somos insertados en este misterio de salvación». (S.S. Francisco, Solemnidad de la Santísima Virgen María, 15 de agosto de 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús ayúdame a vivir unido a ti siempre. Tú eres mi Dios y mi vida, y el autor de mi santificación. Aumenta en mí los dones de fe, de esperanza y de amor. Fe para verte a ti en los demás como María, esperanza para abandonarme a tu voluntad en mi vida, y amor para ponerte en el primer lugar en mi vida.
Ayúdame a imitar el ejemplo de María Santísima que supo afrontar las dificultades con fe y confianza en la providencia de Dios. María Santísima, mi dulce Madre, gracias por ser el ejemplo más elocuente de las virtudes humanas, y ayúdame a imitarlas como tú lo hiciste en tu vida.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me propongo en este día ofrecer a María el rezo del Ángelus recordando sus virtudes y pidiendo la gracia de Dios para acrecentarlas también en mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.