Natividad de san Juan Bautista
H. Juan Pablo García Hincapié, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, ayúdame a escuchar tu palabra para luego poder transmitirla a mis hermanos. Que seas Tú el que me dé la gracia de saber anunciar tu Evangelio a tiempo y a destiempo para que, después de hacer una experiencia cercana a Ti, pueda yo acercar a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No, su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello, se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?”. Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.
El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy el Evangelio nos ofrece el relato del nacimiento del precursor, san Juan Bautista. Precursor es la persona que prepara a los demás para un acontecimiento. La tarea de San Juan era justamente «preparar los caminos del Señor» (Lc. 3, 1-6).
La misión de san Juan Bautista fue, ante todo, hacer que las personas miraran a Cristo, quedando él en un segundo plano; y que el Mesías pudiera traer el mensaje de salvación. Cuando las personas se acercan a él era para escuchar de Cristo. Esta es la misión que se le encomienda y por eso debe llevar el nombre de Juan ya que su misión es conocida totalmente por Dios, incluso se refleja al darle su nombre.
Pidamos a Dios en esta oración que nos derrame su Espíritu Santo para que, en cada encuentro que las almas tengan con nosotros, seamos capaces de llevarle al que nos ama hasta el punto de llamarnos por el nombre para que anunciemos al que «quita el pecado del mundo» (Jn. 1, 29-34).
«Para preparar el camino al Señor que viene, es necesario tener en cuenta los requisitos de conversión a la que invita el Bautista. ¿Cuáles son estos requisitos de conversión? Ante todo, estamos llamados a rellenar los barrancos causados por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que se hace cargo de las necesidades del prójimo. Es decir, rellenar los barrancos producidos por la frialdad. No se puede tener una relación de amor, de fraternidad, de caridad con el prójimo si hay “agujeros”, así como no se puede ir por un camino con muchos baches, ¿no? Hace falta cambiar de actitud. Y todo esto hacerlo también con una atención especial por los más necesitados. Después es necesario rebajar tantas asperezas causadas por el orgullo y la soberbia.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 9 de diciembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús dame la gracia de que las personas encuentren en mí alguien que habla de Ti.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escuchar a una persona con atención.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.