Javier Castellanos, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Yo creo que actúas siempre, Señor. Creo en tus milagros, pero aumenta mi fe, para poder verlos. Creo en tu presencia aquí y ahora en mi alma, y creo que Tú puedes hacer milagros en mi vida. Por eso te pido el milagro de san Pablo: conviérteme más a ti, Señor, y transfórmame en un apóstol de tu Palabra, de tu gracia y de tu Amor. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Millones de personas no conocen a Cristo hoy mismo. ¿Quién les hablará de Él? ¿Quién moverá los corazones de los que no creen?
La Iglesia tenía, al inicio de su vida, todo un mundo por delante. Cristo había tocado la vida de unos cuantos hombres y mujeres, los primeros discípulos, y luego entre ellos había elegido un grupo de doce para ser sus Apóstoles. Así las cosas, Cristo sube a los cielos y transmite una misión: anunciar la Buena Nueva. Al poco tiempo empieza una persecución en Jerusalén, y comunidades judías comienzan a rechazar esta nueva doctrina. Un fariseo observante toma incluso la iniciativa de encarcelar cristianos en Damasco. Pero Dios tenía otros planes: a medio camino Saulo y Jesús se encuentran. Saulo se convierte en Pablo. Pablo anuncia el Evangelio en Asia Menor, Grecia, Macedonia y llega a Roma.
Algo ardía en el corazón de Pablo. Esa caída en el camino a Damasco encendió una chispa; la chispa de una misión. A los pocos años esa chispa llegó al corazón de un imperio, y en menos de cincuenta años ya había un fuego ardiendo en todos los rincones del mundo conocido.
Esa chispa no es diferente a la que recibimos nosotros en el bautismo. Cristo nos ha salido al paso, ha tocado nuestra vida de un modo o de otro. Con el encuentro viene al mismo tiempo una misión. De nosotros depende que esta chispa se transmita hoy a nuestro alrededor.
«Aprenden así que la belleza de la unión entre los seres humanos se dirige hacia nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la libertad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor. Un segundo milagro, una segunda promesa: nosotros – padre y madre – ¡nos donamos a ti, para que tú te dones a ti mismo! Y esto es amor, ¡que trae una chispa de aquello de Dios! Pero ustedes, padres y madres tienen esta chispa de Dios que dan a los niños, ustedes son instrumento del amor de Dios y esto es bello, bello, bello. Solo si miramos a los niños con los ojos de Jesús, podríamos realmente entender en qué sentido, defendiendo la familia, protegemos a la humanidad».
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Invitaré a un amigo o amiga a leer juntos este pasaje del Evangelio o a comentar sobre la conversión de san Pablo, para luego reflexionar juntos sobre la importancia de la misión que cada uno tiene.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.