Regnum Christi Internacional

Miércoles 26 de junio de 2024 – «Que me conozcan por mis frutos»

Que me conozcan por mis frutos

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, Tú nos hablas hoy de los malos profetas, pero al mismo tiempo nos hablas de nosotros. Dices que al árbol se le conoce por sus frutos, por sus obras. Que no es suficiente con ver su tronco o su follaje para conocerlo, sino que necesitamos recurrir a sus frutos: como cuando buscaste higos en la higuera. Por eso, deseo unirme a ti, para que Tú produzcas en mí frutos de amor y de entrega.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 7, 15-20

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.

Palabra de Dios

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando recibimos la Eucaristía, Dios nos asimila en sí mismo, nos transforma en sus sarmientos, en extensiones de su amor a los hombres. Los frutos producidos de esta ventajosa unión, son increíbles. Porque apacigua nuestros miedos, transforma nuestras tristezas en alegría, y convierte nuestros odios en Amor.

¿Qué tipo de frutos produzco, del árbol que produce buenos frutos o del árbol que produce malos frutos?, ¿De qué forma actuó cuando identificó el tipo de fruto que producen quienes están a diario alrededor mío?

Puesto que todo árbol bueno da frutos buenos, todo cristiano está llamado a dar el amor de Cristo, cuyo árbol fue la cruz, y cuyos frutos son miles de mártires, testigos de su amor. Hoy también Dios me ha destinado a ser su testigo, mártir de la entrega en cada instante. Me ha llamado a ser fermento en la sociedad, semilla de su Reino que germine bajo la luz de la caridad y ofrezca sombra a tantas almas, que aún no han conocido el rostro misericordioso de Dios.

Misionero de tu Reino, apóstol de tu corazón, voz de tu misericordia, anunciante de la buena nueva, de la hermosa noticia: un Señor tengo como Dios: Jesucristo, verdadero hombre, verdadero Dios, que vivió como yo y murió para que resucite un día como Él, para otorgarme su gracia, para mostrarme su perdón, para enseñarme el único y verdadero amor, aquél que brota de la cruz, que convierte el sufrimiento en fruto de gracias que culminan en el amor a Dios y a los demás.

«Como consecuencia una persona que así unida hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho se reconoce que uno es cristiano, como de los frutos se reconoce el árbol. Los frutos de esta unión con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque nosotros somos una unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz».
(Ángelus de S.S. Francisco, 21 de agosto de 2022).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré comulgar con mayor frecuencia, y, en la comunión del próximo domingo, le diré: “Concédeme nunca más apartarme de ti”.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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