H. Emmanuel Toro, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dejo en tus manos mis preocupaciones. Ayúdame a confiar en tu providencia, para que la revisión de mis actitudes y comportamiento me ayude a vivir lo que creo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En estos capítulos finales del Evangelio de Juan, Jesús está tratando de resumir de qué se trata su vida y su misión. Habla largamente del vínculo entre Él y su Padre y es desde este vínculo de amor que es «enviado».
Jesús nos dice que nosotros también somos «enviados» a continuar su misión. La amistad con Jesús es estar con él, y ser enviado en su nombre. Nuestra misión como sus seguidores está en medio y en las profundidades del mundo. Él quiere que su amor y su mensaje se inserten en el centro del mundo, la ciudad, el barrio. Siguiéndole en la misión y el amor, nos santificamos a nosotros mismos. ¿Cómo experimento este “ser enviado”?
El amor de Jesús por sus discípulos no se desvanece. Perdura eternamente. Le pide al Padre que los proteja y los guíe. Nos confía a nosotros, sus amigos y compañeros, al cuidado amoroso de su Padre.
Hoy, escucho a Jesús continuar rezando por sus seguidores, ¡por mí! Le oigo pedir a su Padre tres regalos para mí: Alegría, protección y santidad. Reflexiono en qué lugar de mi vida podría necesitar usar cada uno de estos regalos, que ahora son míos, gracias a la oración de Jesús por mí. Me tomo un tiempo para reflexionar sobre cada regalo, uno por uno, y le pido al Espíritu Santo que me guíe sobre dónde y cómo usar estos regalos.
«Como se sabe, conocer a Dios no consiste en primer lugar en un ejercicio teórico de la razón humana sino en un deseo inextinguible inscrito en el corazón de cada persona. Es un conocimiento que procede del amor, porque hemos encontrado al Hijo de Dios en nuestro camino. Jesús de Nazaret camina con nosotros para introducirnos con su palabra y con sus signos en el misterio profundo del amor del Padre. Este conocimiento se afianza, día tras día, con la certeza de la fe de sentirse amados y, por eso, formando parte de un designio lleno de sentido. Quien ama busca conocer aún más a la persona amada para descubrir la riqueza que lleva en sí y que cada día se presenta como una realidad totalmente nueva.»
(Discurso SS Francisco, 11 de octubre de 2017)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un examen de conciencia para ver cómo puedo dar mayor gloria a Dios con los dones que me ha dado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.