H. Héctor Baca, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Buen día Señor. Reconozco que estas aquí. Admito que Tú eres el Todopoderoso, Rey del Universo. Acepto Tú redención en mi vida, en la vida de mi familia, en la humanidad. Confío plenamente en Tú Amor. Ayúdame a entrar en tu presencia; sé que estás aquí y sé que me darás la gracia de poderte escuchar mejor hoy. Quiero formar en mí la firme convicción de seguirte, amarte e identificarme más plenamente con Tú Hijo Jesucristo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”, Él les dijo: “Cuando oréis decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Una de las tareas favoritas de todo padre es enseñar a sus hijos. Papá quiere enseñarnos a manejar, a cuidar nuestros gastos, a elegir la profesión adequada, etc. A veces aceptamos forzandamente su ayuda, pues no nos queda de otra, papá es papá. Ahora, son los hijos los que le piden al Señor que les enseñe, y que les enseñe como rezar, como encontrarse con el Dios Todopoderoso: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” (Jn 14, 8). La pregunta de los discipulos es la exigencia más legítima de todas: “Señor, todo maestro ha enseñado a sus discípulos a orar. Ahora, enseñanos Tú” ¿Qué habrán visto en Cristo los discípulos para que ellos le pidieran su “método” para dirigirse a Dios? ¡Con qué amor habrá extendido Jesús sus brazos al rezar los salmos, con qué gusto se habrá apartado del ruido cotidiano para tener un momento a solas con Su Padre, con qué vigor habrá regresado con sus apóstoles al terminar sus momentos de oración!
La oración es un momento de exclusividad con el Señor. Nada es más importante que el Seño. Cuando tomamos un tiempo para entrar en oración nuestro corazón debe cerrar sus ventanas, es decir, deternos y poner todo lo que habita en nosotros a disposición del Señor: preocupaciones, deseos, oportunidades, proyectos…
Los apóstoles han visto la mirada de Cristo tras un momento de oración. Ellos saben que en Él habita algo particular. Jesús refleja en ellos una paz y un rostro de amor inefable. Y Jesús, les da la respuesta: “Tan sólo digan Padre nuestro”. Palabras que nos trasladan a la última cena: “¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí?” Jesús enseña a sus predilectos el cariño, la cercanía y el abandono con el que hay que dirigirse al Señor: Abba, papá.
El reconocimiento de la paternidad del Señor y las súplicas por nuestras necesidades básicas que encontramos en el Padre Nuestro nos tornan la mirada al cielo, y reciprocamente el cielo imprime en nosotros su mirada: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Padre, por favor, muéstrame tu mirada, más aún enséñame a reconocer tu mirada de amor en mi vida, tu acción continua, y tu predilección como hijo amado tuyo.
«Jesús vio la ternura de Dios en José: “Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen” (Sal 103,13)… La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza (Rm 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad». (S.S. Francisco, Carta Patris Corde).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Entra en diálogo iniciando con la palabra Padre, y reconoce que el Señor te mira en este momento. Habla con Él aceptando esta realidad.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Tomate unos momentos para rezar el Padre Nuestro con conciencia. Saborea cada frase dándole sentido al significado de cada palabra, y si hay alguna palabra o frase que resuene de manera particular en tu corazón, quédate ahí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.