Rosario Guerra, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
En esta Cuaresma que hemos comenzado quiero comprender tu corazón, la forma en que Tú te preparas para vivir tu entrega hasta el extremo de la cruz. Estos días de preparación los quiero aprovechar con una oración más intensa, más real, personal, cercana. Quiero que te sientas acompañado por mí, consolado por mi humilde esfuerzo por orar este día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 17-28
En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará”. Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella contestó: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Pero Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”. Contestaron: “Lo somos”. Él les dijo: “Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, te contemplo hoy con un corazón tan paciente con los apóstoles. Por un lado, Tú tratas de enseñarles que se acerca tu pasión, muerte y resurrección. El subir a Jerusalén significa todo para ti, vas a ser entregado a los Sumos Sacerdotes, que te condenarán a muerte; que vas a vivir esta Pasión tan dura; burlas, azotes, crucifixión. Y también al tercer día vas a resucitar.
Me detengo y quiero intentar entender, conmoverme, contemplar tu corazón que va sintiendo que el momento se acerca, que el final está pronto. Vas meditando en lo que va a suponerte el entregarte para que te lastimen física y moralmente. ¡Cuánto me enseñas a mí con esta actitud!
Quiero comprender que mi vida también es una subida a Jerusalén para unirme a tu Pasión, Muerte y Resurrección. Para comprender que las cosas que me suceden; que las personas que me lastiman forman parte de un camino de cruz. Pero esta cruz no tendrá sentido si no la vivo contigo, si no la vivo por amor. Sería una visión negativa de mi vida.
Soy como los apóstoles que no comprenden tu mensaje y, como ellos, me desoriento; ando fuera del camino, buscando ocupar puestos, creyendo que puedo beber tu cáliz por mis propias fuerzas. Y sí voy a beber mi cáliz, como se lo dices a los apóstoles. Pero como a ellos, me enseñas que, si quiero ser grande, debo servir; para ser el primero, debo ser esclavo siguiendo tu ejemplo. Vienes a servir y a dar tu vida por todos.
«En este relato evangélico, lo que siempre sorprende es el claro contraste entre Jesús y los discípulos. Jesús lo sabe, lo conoce, y lo soporta. Pero el contraste permanece: Él en el camino, ellos fuera del camino. Dos recorridos opuestos. Sólo el Señor, en realidad, puede salvar a sus amigos desorientados y con el riesgo de perderse; sólo su cruz y su resurrección. Por ellos y por todos, Él subió a Jerusalén. Por ellos y por todos, entregó su cuerpo y derramó su sangre. Por ellos y por todos, resucitó de entre los muertos, y con el don del Espíritu los perdonó y los transformó. Finalmente, los orientó para que lo siguieran en su camino». (S.S. Francisco, Homilía del 28 de noviembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Revisar en qué momentos vivo una actitud de servicio y cómo puedo crecer en el amor con que lo hago.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.