Iván Yoed González, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo en ti. Pongo todo mi ser a tu disposición, mis afectos, mis pensamientos, mis sentidos, todo mi corazón. Quiero estar aquí contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”. En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor, no deseo suscitar en mí un sentimiento falso de culpabilidad, pero siento que la actitud del «fariseo» puede aplicárseme también. ¡Tengo un corazón que tan frecuentemente se busca a sí mismo! O, para decirlo más directamente: tantas veces me percato que aún soy egoísta. Pero esto no lo traigo a mi memoria para caer en la desesperación, sino para crear conciencia y dirigir nuevamente mi mirada sólo a ti.
Sí: quiero apartar la vista de mí mismo, dejar de admirarme demasiado y contemplarte a ti. Y en tu rostro ver también a mis hermanos y hermanas. ¿Me siento quizá el centro, el protagonista, la figura en torno a la cual de verdad gira todo el mundo? Es que, es cierto que tengo problemas y me parecen más grandes que los de los demás; quizá por eso me cuesta tanto quitar la vista de mí mismo.
Ahora bien, ¿alguna vez he intentado olvidarme un poco de mis deseos para cumplir los de mi prójimo?, ¿sean los de mis amigos, mi cónyuge, mis hijos, mis compañeros de trabajo o apostolado?, ¿por qué no hacer la prueba? En eso consiste, en parte, el testimonio del Evangelio: en negarse a sí mismo. Pero no es un negarse sin sentido, sino en miras a amar.
Ésa es la actitud que quiero formar en mi corazón, ése es el afecto que quiero que crezca en mí, Señor. El olvidarme un poco de mí en este día para pensar un poco en el otro. Y que mis obras se centren en amar.
Tengo tu testimonio, tengo tu gracia y tengo tu compañía.
«Pidamos al Señor que nos admita en la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, con el desconcierto de los discípulos, hace subir a la cátedra y presenta como maestra de Evangelio vivo. Por intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad alegre y gratuita».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de noviembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a hacer un detalle de caridad para con alguien que no suelo tenerlo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.