San Benito, abad
H. Daniel Flores, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, la gracia de experimentar tu amor y fidelidad; que sean mi fortaleza y seguridad ante todo peligro, prueba y dificultad que se presente en mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El discípulo no es más que el maestro, ni el criado más que su señor. Le basta al discípulo ser como su maestro y al criado como su señor. Si al señor de la casa lo han llamado Satanás, ¡qué no dirán de sus servidores!
No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les diga al oído, pregónenlo desde las azoteas.
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos pajaritos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no le permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Gracias, Señor, por esta oportunidad de encontrarme contigo, quiero poner en tus manos todo lo que llevo en el corazón, las alegrías y las tristezas. Quiero estar en tu presencia como el niño pequeño que se siente protegido y amado por la sola presencia de su Padre.
A veces me siento un poco dividido, Tú sabes cómo funciona este mundo; sabes que los valores que promueve son diametralmente opuestos a lo que Tú me propones y sabes, sobre todo, cuánto cuesta mantenerse fiel a Ti, sobre todo cuando eso significa ir en contra de las modas y los criterios mundanos.
Te pido me ayudes a ser auténtico hasta las últimas consecuencias, así como Tú lo fuiste. Tú sabes que una de mis luchas más grandes es la coherencia entre lo que hago, lo que digo y lo que soy. Sabes cuántas veces me ha vencido el respeto humano y el miedo al qué dirán. Necesito que me ayudes a ser fuerte. Haz que me dé cuenta de que al final lo único que importa y me define es quién soy yo frente a Ti
Haz que sea consciente de que no todo depende de mí y que no estoy solo en esta lucha constante, estoy contigo. Dame la gracia de estar cierto de cuánto me amas y de que nunca me dejas solo, aun cuando yo así lo sienta. Jesús, te amo, gracias por amarme tanto.
«Pero en medio del torbellino, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando en haber sido abandonado. Jesús nos tranquiliza diciendo: «Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados» (Mateo 10, 30). Como diciendo que ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguramente protege; y donará su recompensa. Efectivamente, en medio de nosotros hay alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que los entramados oscuros, que quien se lucra sobre la piel de los desesperados, que el que aplasta a los demás con prepotencia.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 28 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, en oración, pediré a Dios que me ayude a no temer y a confiar plenamente en Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.