Regnum Christi Internacional

Sábado 13 de noviembre de 2021 – «¿No hará, Dios, justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?»

fiel

Andrey Franco, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Mi Dios y Señor, te doy gracias por una oportunidad más de estar juntos. Dame, Señor, la gracia de experimentar tu amor, que está tan presente en mi vida. Ayúdame a no cansarme nunca de rezar. Que mis oraciones sean para buscarte. Que mi corazón nunca se canse ni se desanime ante las dificultades. ¡Señor, dame la luz para pedir lo que sea de acuerdo a tu voluntad!

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”». Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La liturgia de hoy nos presenta el Evangelio sobre la oración, concretamente la oración de petición. Cristo nos invita a no desanimarnos en nuestras peticiones y a confiar en que Dios, que no es injusto ni malo como este juez citado en la Escritura, nos escucha y nos dará lo que pedimos.

Mientras leía este Evangelio me vino a la mente mi historia personal. Durante muchos años mi padre tuvo problemas de adicción que siempre trajeron mucho sufrimiento a mi familia y especialmente a mi madre. Cuántas veces llegaba a casa del colegio y la encontraba llorando, desanimada porque mi padre no cambiaba, no se convertía. Durante 20 años fui testigo de esto, de esta situación familiar. Sin embargo, durante todo este tiempo una cosa estuvo siempre presente, las incesantes oraciones de mi madre.

Mi madre rezaba todos los días, muchas veces al día. Iba sola a la Iglesia a adorar al Santísimo Sacramento y a pedir por la conversión de mi padre. Imagina cuántas veces rezó mi madre. Puedo decir que durante todos estos años su oración nunca fue la misma. Cada vez que rezaba, su oración se hacía más perfecta ante los ojos de Dios. Desde una simple oración de súplica pidiendo la sobriedad de mi padre, hasta una perfecta oración de petición por la conversión de mi padre y la santidad de vida de ambos, como matrimonio.

Después de estos 20 años de intercesión y de interminables ruegos, Dios escuchó las oraciones de mi madre y concedió la conversión y la sobriedad de mi padre. Hoy, mi padre no sólo está sobrio, sino que se ha convertido, buscando cada día ser mejor.

Te invito hoy a analizar tu oración de petición, y aunque no sea perfecta, aunque lleves años pidiendo lo mismo. No tengas miedo, Dios es fiel y te escucha. Confía en Él y te dará más de lo que pides. ¡Adelante!

 

«Esta parábola nos hace entender que la fe no es el impulso de un momento, sino una disposición valiente a invocar a Dios, también a “discutir” con Él, sin resignarse frente al mal y la injusticia.». (S.S. Francisco, audiencia general, 11 de noviembre de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

 

Animar a alguien que conozca a no dejar de rezar y a buscar confiar en los planes de Dios.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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