Regnum Christi Internacional

Sábado 14 de noviembre de 2020 – La insistencia mueve los corazones duros.

la oración es don de Dios

H. Álvaro García, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Mi buen Jesús, te pido me des la gracia del Espíritu Santo. Te lo pido con insistencia para que llene mi corazón de paz y caridad. Padre bueno, que das con magnanimidad, dame el Espíritu Santo para iluminar este ratito de oración y este día que empiezo.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola: “En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.

Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’ “.

Dicho esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

¿Qué era una viuda en los tiempos de Jesús? Era una mujer desoída, sin nadie que la defendiera, dependiente de la caridad de los otros. Comía de las espigas que los segadores dejaban caer al suelo ¿Qué le importaba al juez ningún problema que ella pudiera tener? Al fin y al cabo, sólo era una anciana histérica para él. Y vemos que al inicio la desoye, la ignora. Mas ella insiste, e insiste. Y al final el juez, que no temía a nadie ni debía sentir compasión por nadie, acaba cediendo.

Jesús trata de mostrarnos que la insistencia mueve los corazones duros. Pero Dios no es un corazón duro. Dios es un Corazón humano. Él, justo juez, escucha con ternura nuestras aflicciones. El Sagrado Corazón es juez justo y misericordioso que atiende nuestras necesidades contra nuestros adversarios. A veces parece que no responde, que es un juez de corazón duro al que no le conmueven nuestros lamentos.

Pero Él es Padre, y le gusta que le insistamos para que, por nuestro deseo, nos hagamos capaces de recibir las gracias que con tanto amor y divina impaciencia nos quiere dar. A veces la oración parece muy seca, muy monótona, como si estuviéramos más bien haciendo un monólogo. Tengamos fe en el amor de Dios y su Sagrado Corazón, y no dudemos nunca que Él atiende, que Él tarda, pero nunca llega tarde.

Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, en su libro de la vida repite constantemente la importancia de nunca abandonar la oración. Ella reconoce que la oración es don de Dios y Él la regala cuando quiere. A ella le costó años la oración, pero sabe su importancia y la insistencia que, como la viuda, debemos poner en ella. Y dice así:

 

«Existen tres cosas que se necesitan para hacer una verdadera oración. Fe, perseverancia y valentía. En estos días en que es necesario rezar, rezar más, pensemos si rezamos de esta manera: con fe en que el Señor puede intervenir, con perseverancia y con valor. El Señor no decepciona, no decepciona. Nos hace esperar, se toma su tiempo, pero no nos decepciona. Fe, perseverancia y valor.»

(Homilía de S.S. Francisco, 23 de marzo de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dedicaré un tiempo extra a la oración en silencio, sin tener miedo a mis distracciones y consciente de que Dios me mira y escucha.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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