Rogelio Suárez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido la gracia de la conversión de mi vida hacia ti mediante la experiencia de tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según San Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Levi (Mateo), sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y los siguió. Levi ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos diciéndoles: “¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?” Jesús les respondió: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muchos hablan del “amor a primera vista”, y creo que ese amor sí existe, pero si se cultiva, es decir, si no echa raíces no llegará a su plenitud. En varios pasajes del Evangelio vemos claro ese amor a primera vista, y éste es uno de ellos.
En primer lugar, para que se dé este amor, es necesario mirase. Pero no es mira sólo lo externo, lo físico, sino el corazón. Cristo nunca se deja llevar por las apariencias, lo que Él ve es nuestro corazón. Por eso este amor se da más fuerte y firme sólo con Cristo. Con este intercambio de miradas Leví tuvo la experiencia del amor de Dios en su vida. Conoció a Cristo y decidió dejar todo por seguirlo. La pregunta que me hago y en la que me gustaría detenerme es, ¿qué fue lo que Jesús vio en Leví?, pues no era bien visto por todos por ser recaudador de impuestos, trabajaba para los romanos.
Lo que Jesús ve es el corazón de Leví, su corazón deseoso de amar y de ser amado. Jesús sabe que su corazón está vacío y debe de ser llenado por su amor. Este evangelio nos debe de llenar de esperanza. Jesús me llama a seguirle, independientemente de cómo soy, qué he hecho y qué no he hecho. Él me llama porque me ama, así como soy, y me tiene preparada una misión para mi vida que me llevará a la verdadera plenitud, a la felicidad.
«Jesús no echa largos discursos, no entrega un programa al que adherirse, no hace proselitismo, ni da respuestas prefabricadas. Cuando se dirige a Mateo dice sencillamente: “¡Sígueme!”. De esta manera, despierta en él la fascinación de descubrir un nuevo objetivo, la apertura de su vida a un “lugar” que va más allá de la mesita donde está sentado. El deseo de Jesús es poner a la gente en camino, sacudirlas de un sedentarismo letal, romper la ilusión de que podemos vivir felizmente siguiendo cómodamente sentados entre nuestras seguridades”».
(Discurso de S.S. Francisco, 21 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita al Santísimo, acercándome delante del Señor sin miedo alguno, y pidiéndole la gracia de la verdadera conversión.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.