Camila Pinheiro, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Himno de la liturgia de las horas
Estate, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.
Llévame en tu compañía,
donde tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Él les contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Muchas veces en nuestras vidas cruzamos por situaciones difíciles, momentos de sufrimiento que nos acechan y tocan a la puerta de modo inesperado. Lo más normal y natural es que como María preguntemos a Dios: ¿por qué me tratas así? ¿Por qué este sufrimiento si me amas? ¿Por qué no me lo evitas? Y tantas veces nuestros ojos están cegados para reconocer con quién hablamos y ante quién estamos.
María fue concebida sin pecado original, sin embargo, aunque sabía que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y que era el Hijo de Dios, no estuvo exenta del camino de la fe y del discernimiento para comprender la profundidad de esa verdad y el modo en cómo Dios actuaba en ese gran misterio que era Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios.
María también tuvo que recorrer el camino de la oscuridad de la fe y del de guardar todas las cosas en su corazón, descubrir en las distintas circunstancias y experiencias con Jesús el hilo rojo de su vocación personal y las consecuencias de dicho camino, así como los sufrimientos que brotan de estar llamada a amar de esta forma.
Hoy, día del Inmaculado Corazón de María, podemos encontrar en María un modelo y ejemplo muy cercano a nosotros que nos inspira y alienta a seguir buscando comprender el modo en como Dios se hace presente en todas las circunstancias de nuestra vida, pero de modo especial en aquellos en los que parece no estar. La pregunta de María se puede interpretar como un reclamo, pero también como una oración: la oración suplicante del que se acerca a Dios sabiendo que sus planes de amor para nosotros ultrapasan nuestra capacidad de comprensión y requieren un paso de fe y confianza para poder continuar esperando su plena revelación en nuestras vidas.
Acerquémonos a María con confianza, sabiendo que ella nos enseñará a descubrir el paso de Dios por nuestras vidas y a perseverar en la espera, aunque no comprendamos el modo de actuar de Dios.
«En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura». (S.S. Francisco, del acto de consagración al Inmaculado Corazón de María).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Te invito en el día de hoy a rezar un misterio del Rosario pidiendo a María que te ayude a reconocer cómo Dios se ha hecho o se hace presente en los momentos de sufrimiento de tu vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.