Javier Castellanos, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Maestro, ¡qué bien se está aquí!» Tu presencia, Señor, alegra el corazón. Gracias por darme este día y esta oportunidad de acompañarte en la oración. Concédeme ser un discípulo atento a tu Palabra, como lo fue María. Por intercesión de ella, ayúdame a vivir unido a lo que quieres de mí. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-13
En aquel tiempo, Jesús se llevó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto, y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados. Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí que querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”. Le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”. Él les contestó: “Si fuera cierto que Elías tiene que venir primero y tiene que poner todo en orden, entonces ¿cómo es que está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Por lo demás, yo les aseguro que Elías ha venido ya y lo trataron a su antojo, como estaba escrito de él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué aspecto tenía Jesús? ¿Qué cambió en Él durante la Transfiguración? San Marcos nos habla de las vestiduras. Pero ¿y el rostro? Fijemos bien nuestra mirada durante esta oración. Cristo se transfigura cada día delante de nosotros; sólo hay que estar atentos.
¿Cómo es Jesús, entonces? Pidámosle a Él la gracia de conocerlo. A fondo. Vayamos más allá de la curiosidad por el color de sus ojos, y preguntémosle: «Señor, ¿cómo es tu Corazón?». Ciertamente, Cristo quiere mostrarnos los tesoros escondidos en lo más hondo de su alma.
El Evangelio de hoy pone ante nuestros ojos una cualidad central: «Éste es mi Hijo amado…». De las muchas cosas que se pueden decir de Jesús, Dios Padre nos revela la más importante: Jesús es Hijo, el Hijo amado. En su compañía, su Padre y sus hermanos se sienten felices. «¡Qué bien se está aquí!».
Y en cuanto Hijo, su vida es cumplir la voluntad de su Padre. Ha venido al mundo para darnos la Buena Nueva. Sólo tenemos que escucharle con un corazón abierto y dócil. Recibir sus palabras incluso cuando nos hablan de la cruz y la pasión. Escuchémosle en este rato de oración, preguntémosle qué nos quiere decir para este día. Escuchémosle también en las oportunidades de hacer el bien y servir a los demás. Escuchémosle cuando nos dice qué camino seguir para acercarnos a Él.
Escuchar a Cristo es recibirlo. Y al entrar en el corazón, con su gracia lo transfigura y lo hace más semejante al suyo. Más unido a la voluntad del Padre, más abierto al prójimo… en definitiva, más hijo y más hermano. Con un aspecto igual al suyo.
«Así en otro monte, inmerso en la oración, se transfigura delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz fulgurante. Los tres discípulos están asustados, mientras una nube blanca los envuelve y resuena desde lo alto –como en el bautismo en el Jordán– la voz del Padre: ‘Este es mi Hijo el amado: escuchadlo’. […] Subimos también nosotros hoy, en el monte de la Transfiguración y nos detenemos en contemplación del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el amor. En realidad el amor es capaz de transfigurar todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto?».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de marzo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré, hoy, ayudar a alguien que lo necesite, para asemejarme más a Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.