Bertha Del Toro Rodríguez, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Traigo ante tu presencia todo mi ser, mis ocupaciones, mis planes, mis problemas, en fin, todo lo que soy. Así como soy me acoges y me quieres. Creo en ti y confío en que tu palabra será luz para mi vida en este día. Me dispongo a escucharte guardando un poco de silencio antes de leer el Evangelio.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: “¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?”. Jesús les replicó: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Veo cómo miras a este publicano, un hombre de mala reputación entre los judíos. Sin embargo ¿qué viste en ese hombre? ¿Cómo fue tu mirada y tu palabra? Que Leví después de escuchar tu llamado, te siguió y dejó todas sus seguridades. Seguramente ya te había visto hablar y actuar y estaría conmovido de sentirse digno de ser llamado a seguirte. Tu llamada a seguirte fue clara para Leví y, también tu llamada a seguirte es clara para mí. ¿Cuál es la llamada que Tú me has estado haciendo quizás desde hace tiempo? ¿Qué palabra tuya mueve mí interior y me pide un cambio?
Es tanto el sentimiento de gratitud de Leví, que ofreció un banquete en tu honor e invitó a gente de su círculo, sin embargo, no falta quien mire tus acciones con desconfianza y te juzga con dureza. Tus acciones revolucionan las conciencias de estos fariseos y siguen revolucionando este mundo. Hay poca fe para descubrir quién eres. Hay poca fe para abrir el corazón y romper esquemas para comprender que ha llegado tú reino. Hay poca fe para comprender que no es de este mundo la bondad y la caridad que permite sacar lo mejor de un publicano.
Creo Jesús, pero aumenta mi fe. Creo que Tú me pides un cambio y que necesito ver a las personas como Tú las ves. La cultura permea con valores contrarios. Los migrantes son explotados y maltratados, los pobres no se sienten mirados, las viudas son descuidadas, los niños no son respetados, los ancianos despreciados o abandonados… Ante estas realidades, ¿a qué me llamas Jesús? Te escucho y no dejes de indicarme el camino. Fortalece mi voluntad para tomar buenas decisiones.
«Muchas veces tenemos una idea limitada de la justicia, y pensamos que significa que el que se equivoca, paga, y así repara el mal que ha hecho. Pero la justicia de Dios, como enseña la Escritura, es mucho más grande: no tiene como fin la condena del culpable, sino su salvación y su regeneración, volverlo justo: de injusto a justo. Es una justicia que proviene del amor, de esas entrañas de compasión y misericordia que son el corazón mismo de Dios, Padre que se conmueve cuando estamos oprimidos por el mal y caemos bajo el peso de los pecados y de las fragilidades». (S.S. Francisco, Ángelus del 8 de enero de 2023).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Quitar de mi corazón las etiquetas que he impuesto a las personas, mirarlas y tratarlas como si fuera la primera vez que las veo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.