Regnum Christi Internacional

Sábado 25 de junio de 2022 – Natividad de San Juan Bautista – «Testimonio de la luz»

Si alguno te golpea en la mejilla

Edgar Maldonado, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Escuchen todos, el Señor me ha llamado desde el vientre de mi madre, ha pronunciado mi nombre y me a dicho ‘en ti manifestaré mi gloria; poco es que seas mi siervo, yo mismo te haré luz para que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra’.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: “¡No! Se va a llamar Juan”. Le replicaron: “Ninguno de tus parientes se llama así”. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: “¿Qué va a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Te doy gracias porque has preferido mi existencia a la nada. Te doy gracias porque me has formado portentosamente. Me miras alzándome, sentándome, caminando, descansando. Todo lo que hago, pienso y siento no puedo ocultarlo. Pues, si nosotros, seres mortales, valoramos a otros por sus acciones que nos son más evidentes, tú, en cambio, con tu mirada penetras lo escondido del corazón humano.

Tú has tejido mi cuerpo mientras me formaba en el secreto del vientre materno. Me has visto crecer en lo secreto, porque tú, Padre Bueno, estás ahí, en lo secreto, en el silencio, en la suave caricia de la brisa, en la calma que sigue a la tempestad, en el gesto de amor más tierno y más sincero que la afectividad humana pueda prodigar. Porque las muestras de afección humana más sinceras, de alguna manera son un tenue reflejo de tu Amor.

No permitas que nos apartemos de tu amor, porque todo aquel que dice amarte debe conducir su conducta según tu ley, la cual conocemos desde antiguo, tan antigua y tan nueva: Ámense los unos a los otros como yo los he amado.

«El pueblo fiel de Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con sentido de asombro, de sorpresa y de gratitud. Vemos a aquella gente que hablaba bien de esta cosa maravillosa, de este milagro del nacimiento de Juan, y lo hacía con alegría, estaba contenta, con sentido de asombro, de sorpresa y de gratitud. Y viendo esto preguntémonos: ¿cómo es mi fe? ¿Es una fe alegre o una fe siempre igual, una fe «plana»? ¿Tengo un sentido de asombro cuando veo las obras del Señor, cuando escucho hablar de cosas de la evangelización o de la vida de un santo, o cuando veo a tanta gente buena: ¿siento la gracia dentro, o nada se mueve en mi corazón? ¿Sé sentir las consolaciones del espíritu o estoy cerrado a ello? Preguntémonos cada uno de nosotros en un examen de conciencia: ¿cómo es mi fe? ¿es alegre? ¿está abierta a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas: ¿he «probado» en el alma aquel sentido de estupor que hace la presencia de Dios, ese sentido de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son estados de ánimo de la fe: alegría, sentido de asombro, sentido de sorpresa y gratitud». (S.S. Francisco, Ángelus del 24 de junio de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Es justo darte gracias siempre, Padre Nuestro, porque de entre todos los nacidos de mujer te dignas a llamarnos según tu designio de amor para preparar en el mundo el Reino de tu Hijo amado. Desde el vientre de nuestra Madre nos preparas para anunciar al mundo al Cordero que quita el pecado del mundo, por cuya sangre fuimos salvados.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Delante de una imagen de nuestro Señor, repite las veces necesarias, Señor mío y Dios mío, te amo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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