H. Daniel Arroyo, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Tú siempre estás conmigo y nada se te oculta. Me abandono a ti junto con todos mis deseos y preocupaciones, nada me reservo, sólo pido tu gracia para poder encontrarme contigo durante esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 43-45
En aquel tiempo, como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”.
Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nuestra vida es tan milagrosa que no solemos darnos cuenta de los regalos de Dios. Damos por sentado que hoy nos vamos a dormir y que mañana nos vamos a levantar, ya no nos impresionamos de las maravillas de la creación y sólo los sucesos extraordinarios merecen atención.
Los hombres y mujeres del tiempo de Jesús no eran tan diferentes, ellos también buscaban prodigios y señales, lo cual no es malo, pero no es lo que Jesús vino a traer. Jesús vino a traernos a Dios mismo. Los hombres hemos buscado a Dios desde el inicio de nuestra existencia y decidió revelársenos, pero a su manera. Los hombres deseábamos un Dios esplendoroso y poderoso, uno que nos librara de las manos de nuestros enemigos y, en cambio, recibimos un Dios que debía pasar por la cruz y que nos pide lo mismo, ese fue su modo.
Hoy, nosotros tenemos dos opciones: seguir un camino amplio en búsqueda de prodigios o andar por la senda estrecha de la cruz, como Cristo nos pidió.
«La respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede (cfr. 1 Jn 4, 19). Él nos ama primero, Él siempre nos precede en el amor y en las soluciones. Él nos ama incondicionalmente, y cuando acogemos este amor divino, entonces podemos responder de forma parecida. Amo no solo a quien me ama: mi familia, mis amigos, mi grupo, sino también a los que no me aman, amo también a los que no me conocen, amo también a lo que son extranjeros, y también a los que me hacen sufrir o que considero enemigos (cfr. Mt 5, 44). Esta es la sabiduría cristiana, esta es la actitud de Jesús. Y el punto más alto de la santidad, digamos así, es amar a los enemigos, y no es fácil. Cierto, amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil —¡diría que es un arte!—. Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien. Muchas veces hace más bien una caricia que muchos argumentos, una caricia de perdón y no tantos argumentos para defenderse. Es el amor inclusivo que sana». (Catequesis de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Seguiré al Señor por la vía estrecha ofreciendo un sacrificio por amor a mi familia, por ej.: privarme de un postre, levantarme un poco más temprano, ayudar a alguien en mi trabajo, etc.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.