Jesús Alberto Salazar Brenes, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, cambia mi corazón de piedra por uno de carne y dame la gracia de un sincero arrepentimiento para regresar a tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿piensan ustedes que aquellos galileos porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”. Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupar la tierra inútilmente?’. El viñador le contestó: “Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y echarle abono, par a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré'”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué en el mundo hay tanto sufrimiento? ¿Por qué parece que Dios no actúa? ¿Es acaso que Dios se olvida de alguna de sus criaturas? Era la misma pregunta que se hacían los israelitas al ver las desgracias que sucedían; sin embargo, Jesús les invita a pensar más allá. Los sufrimientos de esta vida siempre van a existir independientemente de nosotros. El mayor dolor que quiere evitarnos Él es el sufrimiento eterno, por eso nos hace la invitación desde el fondo de su corazón:
¡Conviértanse! Vuelvan a mí que tanto los amo, porque los sufrimientos de esta vida no son ni siquiera comparables al gozo de la vida eterna.
Jesús es ese agricultor paciente que, aunque nuestra vida no esté dando quizás los frutos en abundancia como la higuera seca, espera y nos ayuda con sus regalos de la gracia para que podamos dar fruto. Ante la tristeza, el desaliento, la indignación, el pecado, Cristo confía en nosotros, aunque nosotros hayamos perdido nuestra confianza. Él nos llama a esa sincera conversión y a la vez nos da las herramientas para alcanzarla. Cada uno de nosotros tiene un potencial enorme para dar fruto: ¿por qué te resistes a dar lo que Dios pide de ti? ¿Por qué te resistes a ser la mejor versión de ti mismo? Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar, te enseña a que hagas cuanto puedes, y a que pidas lo que no puedes, según decía san Agustín.
«Lo que nos sostiene a lo largo del tiempo, nos sostiene a lo largo de la historia para crecer hacia arriba y dar fruto. Las raíces. Sin raíces no hay flores, no hay frutos. Decía un poeta que “todo lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene de soterrado”, las raíces. Nuestras vocaciones tendrán siempre esa doble dimensión: raíces en la tierra y corazón en el cielo. No se olviden esto. Cuando falta alguna de estas dos, algo comienza a andar mal y nuestra vida poco a poco se marchita, como un árbol que no tiene raíces, marchita».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy daré un paso más hacia mi conversión intentando ser más bondadoso con la gente con la que convivo, amándolos como Cristo lo hace.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.