H. Pablo Vidal, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre, me pongo en tu presencia diciéndote que creo en ti, que espero en Ti y que te amo, pero también pidiéndote que aumentes mi fe, mi esperanza y mi amor. Ayúdame a escucharte con el corazón y dame la gracia de amar más como Tú amas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor, hoy me quieres hablar de un tema que a primera vista me parece difícil: amar a mis enemigos, a los que me odian, a los que me persiguen, me calumnian y me hacen el mal. A veces ya me cuesta trabajo amar a los que aman y hoy me pides ir mucho más allá. Para mí solo, lo que me pides, es imposible, pero la gran noticia es que no estoy solo, me pides ser como el Padre celestial y para llegar ahí eres Tú mismo, Jesús, quien me acompaña y me enseña el camino.
Puede que el primer paso que podemos dar juntos sea cambiar, poco a poco, mi forma de pensar, abrirme más a saber vivir una acogida evangélica, como Tú la vives. Puedo pensar en tu ejemplo llamando amigo a Judas mientras te traicionaba, en la cruz rezando por tus perseguidores y perdonando o en algún otro momento que ahora me venga en mente.
En mi vida, hoy, ¿cómo me invitas a ver a las personas que me hacen el mal? ¿Hay alguien en quien pienso especialmente, que podría tratar con mayor afecto, con mayor compasión? ¿Alguien por quien normalmente no se me ocurriría pedirte, pero que hoy quiero encomendarte? ¿Hay alguien del que me he alejado o que trato mal y al cual hoy me llamas a acercarme, tal vez solamente como dices en el Evangelio: saludándolo? Jesús, dame la gracia de amar más como Tú amas.
«La respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede. Él nos ama primero, Él siempre nos precede en el amor y en las soluciones. Él nos ama incondicionalmente, y cuando acogemos este amor divino, entonces podemos responder de forma parecida. Amo no solo a quien me ama: mi familia, mis amigos, mi grupo, sino también a los que no me aman, amo también a los que no me conocen, amo también a lo que son extranjeros, y también a los que me hacen sufrir o que considero enemigos. Esta es la sabiduría cristiana, esta es la actitud de Jesús. Y el punto más alto de la santidad, digamos así, es amar a los enemigos, y no es fácil. Cierto, amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil —¡diría que es un arte!—. Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien. Muchas veces hace más bien una caricia que muchos argumentos, una caricia de perdón y no tantos argumentos para defenderse. Es el amor inclusivo que sana.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a llamar a alguien con quien normalmente no hablaría para saludarlo y saber cómo está. Ya sea alguien que normalmente ignoro, con quien hace mucho que no hablo o que no me cae bien, pero que creo que puede necesitar mi cercanía.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.