Iván Yoed González Aréchiga LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios mío, si alguna vez me llegase a cansar de venir a ti, quisiera pedirte la gracia de comprender que el amor, más que en sentimientos, tiene sobre todo fundamento en el querer ser fiel, en el estar, en la constancia, en la renovación continua, en el austero goce de la entrega por quien se ama. Con esta disposición, que me viene de tu gracia, hoy vengo nuevamente a conversar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor Jesús, gracias por lanzar la semilla de tu amor en mi corazón. En ocasiones quizá no he correspondido a tu generosidad. Tal vez no he agradecido el gesto de sembrar tu amor en mí. Te veo caminar junto a los campos de mi corazón, saliendo como el sembrador por la mañana joven, arrojando las semillas con la discreta ilusión de que un día habrá cosecha. Son campos buenos, bellos, fértiles, tienen buena tierra: el sembrador lo sabe, y por eso no desiste en su tarea decidida de alzarse cada día por cultivo cuidadoso.
Quisiera haberte correspondido siempre. Puedo imaginar un corazón herido de amor por mis pecados, por mis pequeñeces, mis imperfecciones, mis yerros incluso intencionales. Puedo ver un corazón herido por amor a mí, pero un amor que no disminuye por cuantas veces yo caiga, sino que se inflama más.
Te pido perdón por mis pecados y sobre todo te suplico me concedas una confianza siempre renovable en tu misericordia, para que nunca me canse de recibir tu perdón, para que nunca me canse de volver a tus brazos que siempre están abiertos.
Hazme comprender que Tú siempre esperarás con paciencia e ilusión mi regreso a ti. Esperarás que tu cultivo haga mostrar su primer brote, suplicarás paciencia para que no se detenga la labor, para que no se mire la cizaña, sino sólo el trigo que ya va tomando su color dorado, «No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo.
«El maligno es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo. Aquí necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar —es un hábito importante: aprender a neutralizar—: neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el Señor tiene que defender. Todo esto ayuda a no bajar los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: “No temáis, yo he vencido al mundo”. Y esta palabra nos dará fuerza».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de abril de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré una iglesia y te visitaré unos minutos y especialmente te pediré la gracia de nunca cansarme de volver a ti, de recibir tu perdón.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.