Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
H. Emmanuel Toro, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor mío y Dios mío, no soy digno que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Ayúdame a reconocer con fe y confianza mi miseria y ponerla en tus manos, para que Tú, sabiendo lo que más me conviene, transformes mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían; “Yo les aseguro que en ningún israelita ha hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación”.
Jesús le dijo al oficial romano: “Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído”. Y en aquel momento se curó el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. El expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: El hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La reputación de Jesús como curandero se extiende más allá de la comunidad judía. Aquí un centurión, un oficial del ejército romano, viene a pedir la curación de su sirviente. Como militar, está familiarizado con la autoridad. Reconoce que Jesús tiene autoridad sobre los espíritus malignos y sobre las enfermedades. Jesús se sorprende de que un no judío tenga una fe tan fuerte y lo pone como ejemplo. (Aquí la fe es una combinación de confianza y reconocimiento del poder de Jesús).
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; sólo di la palabra, y mi siervo será sanado». Estas palabras expresaban la plena confianza del centurión en Jesús, y condujeron a un elogio único de la fe de este hombre pagano. «Jesús tomó nuestras enfermedades y soportó nuestras dolencias.» La gente sentía que podía llevar sus enfermedades y las suyas propias a Jesús para ser sanados.
Sin embargo, el cristiano, como lo hizo en su momento el centurión, se acerca sabiendo delante de quién se encuentra y de la gran necesidad que tiene de ese amor tan grande y poderoso que es capaz de sanar cualquier herida del corazón.
Y he ahí que muchas veces, antes de que podamos decir cualquier cosa y declarar nuestra miseria personal, nos encontramos con que Jesús ya se ha acercado, nos ha abrazado y nos ha llenado de amor, porque si nos acercamos a Jesús con un poco de sed, Él no tarda en salir a nuestro encuentro y colmarnos de su gracia.
«Gracias por habernos recordado que la Iglesia no es una jaula para el Espíritu Santo, que el Espíritu vuela también fuera y trabaja fuera. Y con las citaciones y las cosas que él nos ha dicho nos ha hecho ver cómo trabaja en nosotros creyentes, en los “paganos”, en las personas de otras confesiones religiosas: es universal, es el Espíritu de Dios, que es para todos. También hoy hay “Cornelios” y “centuriones”, “guardianes de la cárcel de Pedro” que viven una búsqueda interior o también saben distinguir cuando hay algo que llama. Gracias por esa llamada a abrirnos sin miedo, sin rigidez, por ser blandos en el Espíritu y no momificarnos en nuestras estructuras que nos cierran. Gracias, padre. Y continúe rezando por nosotros.»
(Oración SS Francisco, 23 de febrero de 2018, conclusión ejercicios espirituales)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Tener un tiempo durante el día para enfocarme en que necesito ser sanado. Dios ya sabe aquello que necesito. Pondré en sus manos aquello que me dificulta crecer en santidad, con total fe y confianza en su poder, lleno de amor y misericordia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.