Sábado Santo
h. Luis Felipe Copete Quintero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Madre Santa, te pido que en este momento me permitas acompañarte en tu dolor. El día de ayer hemos acompañado a Cristo, tu hijo, durante su muerte. Danos la gracia de estar contigo para llenarnos de esperanza, pues tú, aunque con dolor, estuviste ahí al pie de la cruz acompañando el fruto bendito que salió de tu vientre. Intercede por nosotros durante esta oración; danos la gracia de acompañar también a Dios Padre y dejar que el Espíritu Santo actúe en nuestras almas, para que así, el día de mañana, nos podamos encontrar todos juntos con un Cristo resucitado. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 16, 1-7
Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?”. Al llegar, vieron que la piedra estaba quitada, a pesar de ser muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo'”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hagamos este momento de oración de la mano de María, nuestra Madre. Que, junto a ella, podamos contemplar este Evangelio y ver qué es aquello que la palabra de Dios quiere decir a nuestros corazones.
Hay que tener en cuenta que este Evangelio se sitúa en la madrugada del domingo, el primer día de la semana. Quizá para alguno de nosotros aún no ha «transcurrido el sábado» y seguimos todavía compartiendo el dolor y la soledad que siente nuestra Madre y Señora. Pero, aun así, este Evangelio nos trae esperanza; sabemos que la muerte de Jesús no se queda ahí, sabemos que no estaremos en el dolor por mucho, pues el que ha muerto lo ha hecho para tomar su vida de nuevo, pero esta vez de una manera gloriosa, Jesús, nuestro Dios y Señor, resucitará esta noche y junto con su resurrección nos traerá paz y alegría.
¿Qué hay en nuestro corazón en este momento? ¿Qué sentimos? ¿Dolor, tristeza, nada? ¿Qué siente la Virgen qué hay en su corazón? Dialoguemos con nuestra Señora acerca de estas preguntas, hablemos con ella, pues María, con dolor en su corazón por haber experimentado la crueldad con la que su hijo fue tratado, tiene esperanza. Ella no duda en que las palabras de su Hijo se van a cumplir en que su resurrección. La Virgen María no puede ver un mundo en el que Cristo no vaya a resucitar, porque ella cree.
Pidamos la fe de María, pidamos la gracia de confiar en las promesas que Cristo nos ha hecho. Muchas veces necesitamos de mucha fe para confiar en aquello que Cristo nos ha prometido. Les invito a ver a María, una mujer llena de fe, una mujer que ha sufrido mucho y sin embargo no ha parado de creer, de esperar ni de amar.
Que este Evangelio nos llene de confianza sabiendo que, para la madrugada de mañana, el primer día de la semana, Jesucristo nuestro salvador ya habrá resucitado. ¡Buena pascua!
«Las mujeres llevan los aromas a la tumba, pero temen que el viaje sea en balde, porque una gran piedra sella la entrada al sepulcro. El camino de aquellas mujeres es también nuestro camino; se asemeja al camino de la salvación que hemos recorrido esta noche. Da la impresión de que todo en él acabe estrellándose contra una piedra: la belleza de la creación contra el drama del pecado; la liberación de la esclavitud contra la infidelidad a la Alianza; las promesas de los profetas contra la triste indiferencia del pueblo. Ocurre lo mismo en la historia de la Iglesia y en la de cada uno de nosotros: parece que el camino que se recorre nunca llega a la meta. De esta manera se puede ir deslizando la idea de que la frustración de la esperanza es la oscura ley de la vida.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de abril de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Confiarle a Cristo todas mis preocupaciones y pedirle la gracia de aumentar mi confianza y fe en Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.