Héctor Baca, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Buenos días Señor, hoy vengo a saludarte y a acercarme a ti. Déjame entrar en Tu Corazón. Déjame mirar en mí tu Mirada. Déjame escuchar en mi tus Palabras. Todo es tuyo, el Cielo y la Tierra; yo también lo soy.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 9-15
En aquel tiempo, aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero». Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
“Lo que es sublime ante los hombres es abominable ante Dios”. El Evangelio automáticamente nos transporta al núcleo del corazón humano, las palabras de Jesús son como el excavador que a la primera toca piedra. Pues desde que comienza a hablar el Señor se dirige a lo más puro que hay en nosotros, y con pureza no nos referimos solamente a lo más noble y bondadoso de nosotros, sino a lo más natural y espontaneo que hay en nuestra naturaleza caída.
Al entrar en nuestro corazón la pregunta viene a la puerta: ¿Qué anhelo yo? ¿Para mí que es lo sublime? ¿Es acaso lograr que en mi trabajo se realicen mis sueños? ¿Que por fin mis amigos se den cuenta de mis talentos y dones? ¿Que por fin encuentre a la persona perfecta para pasar con ella el resto de mi vida? Que poco deseamos. No sabemos ser “ambiciosos” según el Corazón de Jesús.
Al entrar en contacto con Jesús en la oración, vale la pena preguntarnos cuales son nuestros anhelos. Desear salir adelante, desear amor y cariño no son deseos malos o pecaminosos, pero no sacian al corazón humano. “El que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto”. Por eso, busquemos dar a nuestro corazón aquello que le es justo, aquello que se le debe dar. Da a tu trabajo el esfuerzo que merece, da a tu familia la atención y cariño que merecen, da a tu pareja la pureza y amor que se merece, y demos a nuestro corazón lo que le es justo: Dios. Busca un momento para entrar en su presencia, busca una oportunidad para hacer un acto de misericordia, busca saciar aquello que tu corazón pide: amor real, incondicional, de donación.
«Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Sal 103,13)… La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Rm 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad».
(S.S. Francisco, Carta Patris Corde).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Pregúntate si en verdad tu corazón esta saciado, y pregúntale a Cristo cuales son los anhelos de Su Corazón.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Revisa si en tu agenda personal, o en tu semana en verdad estas buscando saciar tu corazon con aquello que verdaderamente le puede saciar: el amor a Dios y el amor al prójimo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.