H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Tú eres el esposo y yo uno de tus amigos. Te doy gracias por este grandísimo don de tu amistad. Sé que muchas veces no he sido bueno contigo, pero ten por cierto que no sólo me caes bien, sino que te quiero. Ayúdame a alegrarme siempre con tus alegrías y saber llorar tus penas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según Juan 3, 22-30
En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea y permaneció allí con ellos, bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque ahí había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba, pues Juan no había sido encarcelado todavía.
Surgió entonces una disputa entre algunos de los discípulos de Juan y unos judíos, acerca de la purificación. Los discípulos fueron a decirle a Juan: “Mira, maestro, aquel que estaba contigo en la otra orilla del Jordán y del que tú diste testimonio, está ahora bautizando y todos acuden a él”.
Contestó Juan: “Nadie puede apropiarse nada, si no le ha sido dado del cielo. Ustedes mismos son testigos de que yo dije: ‘Yo no soy el Mesías, sino el que ha sido enviado delante de él’. En una boda, el que tiene a esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que lo acompaña y lo oye hablar, se alegra mucho de oír su voz. Así también yo me lleno ahora de alegría. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En una boda las personas más importantes son claramente el esposo y la esposa. Todas las cosas giran en torno a ellos porque es su día especial y todos los invitados se alegran por ver a la pareja unida en matrimonio. El Evangelio usa la imagen de la boda y el esposo, específicamente, para mostrarnos cómo es la dinámica de ser cristiano en la Iglesia. Jesús es el esposo y su esposa es la Iglesia, de la misma forma como en un matrimonio. Cristo nos invita a su gran día ya que somos sus amigos y extiende la invitación a otros que, por diversas razones, no estaban con Él, pero les encantaría asistir a la boda, aunque ellos no lo sepan.
Cuando llegamos a la fiesta no podemos pretender que somos el centro porque por más que lo queramos no es así. Tal vez seamos los más simpáticos, inteligentes, amables, pero en ese momento los que ocupan el centro de la pista y la atención de todos los convidados son los esposos. En este contexto podríamos sentir que no tenemos nada qué hacer en el festejo, pero lo que nos hace especiales en la fiesta es que somos amigos del esposo, lo cual nos causa una gran alegría que mantendremos en nuestra relación con el amigo. Hay que alegrarse por la alegría de Cristo, que Él sea grande, y aunque estemos en un segundo plano, compartimos el gozo del esposo.
Los que han sido invitados sin ser «amigos» del esposo al inicio se pueden sentir fuera de lugar, pero poco a poco entran en el espíritu de la fiesta y, lo quieran o no, se contagian de la alegría que emana esa peculiar pareja. Al final, también ellos, querrán que los inviten a las siguientes fiestas para experimentar esa alegría única.
«El Bautista es el primer testigo de Jesús, con la palabra y con el don de la vida. Todos los Evangelios concuerdan en mostrar cómo realizó su misión indicando a Jesús como el Cristo, el Enviado de Dios prometido por los profetas. Juan era un líder de su tiempo. Su fama se había difundido en toda Judea y más allá, hasta Galilea. Pero él no cedió ni siquiera por un instante a la tentación de atraer la atención sobre sí mismo: siempre la orientaba hacia Aquel que debía venir. Decía: “Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia”. Siempre señalando al Señor. Como la Virgen, que siempre señala al Señor: “Haced lo que Él os diga”. El Señor siempre en el centro. Los santos alrededor, señalando al Señor. ¡Y quien no señala al Señor no es santo! He aquí la primera condición de la alegría cristiana: descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús. Esto no es alienación, porque Jesús es efectivamente el centro, es la luz que da pleno sentido a la vida de cada hombre y cada mujer que vienen a este mundo. Es un dinamismo como el del amor, que me lleva a salir de mí mismo no para perderme, sino para reencontrarme mientras me dono, mientras busco el bien del otro.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 13 de diciembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acompañaré a alguien en su dolor o en su alegría como si fuera mía.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.