El 42° Torneo de la Amistad (TDLA) de 2025 fue un espacio para vivir el deporte, fortalecer la convivencia y expresar los valores que lo inspiran. Más que un torneo, dejó experiencias significativas, como expresaron algunos de sus participantes. El TDLA se llevó a cabo en Aguascalientes reuniendo a miles de estudiantes, entrenadores y familias en un espacio de competencia impulsado por la fe, el trabajo en equipo y el compañerismo.
Detrás de cada encuentro hay historias que merecen ser contadas: la experiencia de la familia Delgado García; la visión del organizador, Jorge Romero; la preparación de la entrenadora de atletismo, Susana Hernández Aviña, del Irish International School Monterrey. Cada vivencia refleja el espíritu del torneo, el trabajo en equipo y el respeto entre los competidores, elementos que aportan profundidad a la experiencia deportiva. Estas vivencias nos muestran que el TDLA no solo busca formar atletas, sino también personas capaces de construir convivencia y asumir valores que perduran más allá del deporte.
El camino hacia el torneo
Desde 1981, el Torneo de la Amistad ha sido un referente de convivencia y deporte; hoy, sus atletas compiten en disciplinas como el atletismo, básquetbol, taekwondo, tenis, golf, pádel, fútbol y natación. La edición de este año se celebró del 10 al 18 de noviembre; sin embargo, su organización comenzó un año antes para recibir a los 84 colegios de México, Filipinas, El Salvador y Guatemala.
Jorge Romero, gerente de administración del Colegio Cumbres de Aguascalientes, fue quien asumió esta encomienda desafiante.
«Sentí mucha emoción y alegría al asumir el rol de organizador. A su vez, me sentí sumamente responsable de cumplir con un evento de esta magnitud, de alto nivel de complejidad. Sin embargo, sin mi equipo, nada de esto hubiera sido posible», comentó Jorge.

Mientras tanto, en Monterrey, los hermanos de la familia García Delgado – Elizabeth, de 13 años, y Mateo, de 7 – se preparaban con entusiasmo y dedicación para representar al Kilimanjaro International School en básquetbol y taekwondo, respectivamente, después de semanas intensas de entrenamiento.
«Íbamos constantemente a partidos, copas y entrenamientos para estar listos y dar lo mejor de nosotros en Aguascalientes», menciona Eli, quien lleva cuatro años practicando este deporte.
Para sus padres, Mario Delgado y Elizabeth García, cada esfuerzo y cada partido tuvieron sentido para ellos como familia: «Sabes que tus hijos están viviendo algo que les deja huella. Y como papás, acompañarlos en este proceso nos une más como familia», remarca Mario Delgado.
Desde otro campus, Susana Hernández, entrenadora del Irish International School Monterrey, estaba en la preparación técnica de los participantes del equipo de atletismo: «La preparación para este evento fue un proceso planificado, consciente y con un enfoque integral. No se trató solo de obtener buenos resultados, sino de formar atletas más seguros, disciplinados y comprometidos con los valores del torneo».
Más allá de la competencia
Durante los días del torneo, la energía y la emoción estaban presentes en cada rincón. Las instalaciones del colegio se llenaron de familias, entrenadores y participantes de distintos lugares de México y del mundo, creando un ambiente en el que la competencia se vivía con alegría y respeto. No fue solo un encuentro deportivo, sino también una oportunidad para convivir y fortalecer los valores propios del deporte.
Para Jorge Romero y su equipo organizador, quienes estaban tras bambalinas durante el evento, cada momento libre que tenían era una oportunidad para disfrutar de la pasión que transmitía cada disciplina: «Nos gustaba mucho ver la emoción y la energía de todos los deportistas. Por ejemplo, cuando los partidos de fútbol se ponían reñidos y terminaban en penales, ver la reacción de los participantes era muy gratificante, pues en su entusiasmo y emoción veíamos reflejado todo el trabajo que habíamos realizado durante meses».

La entrenadora Susana menciona que desde el primer momento pudo sentir el apoyo en el torneo, así como el espíritu colaborativo de todos los competidores. «Se vive una mezcla genuina de competencia sana, respeto y compañerismo. Aunque cada colegio llega con sus propias metas y con los atletas preparados para dar su mejor esfuerzo, el espíritu que domina no es el de la rivalidad, sino el del encuentro deportivo».
La familia Delgado García destaca la atmósfera única que se genera en cada momento del evento, un espacio que fortalece la convivencia y crea nuevas amistades. «Vivimos un ambiente de mucho respeto y alegría, que se refleja en cada uno de los niños. Claro que, al ser una competencia, a veces se gana o se pierde, pero lo que nunca falta son esas ganas que todos tienen de hacer nuevos amigos», comparte Mario Delgado.
Elizabeth García menciona que la convivencia fue una parte muy enriquecedora del torneo. «Eli se reencontró con una amiga que se fue a vivir a la Ciudad de México. Me tocó ver que se compartieron sus horarios de partidos con la intención de irse a apoyar la una a la otra. Para mí, como mamá, fue muy valioso ver este lazo».
Durante el torneo, cada jornada demostró que la competencia puede convivir con la cordialidad y el respeto. Entre partidos y gestos de apoyo, se consolidó un ambiente que superaba al marcador y fortalecía la experiencia de quienes participaron. Un espacio así permite conectar con los demás, compartir emociones, crear amistades y vivir momentos inolvidables.

Lecciones para la vida
Aunque el torneo gira en torno a puntos, calificaciones y medallas, lo más memorable para sus asistentes fueron los principios y virtudes que vivieron durante esta experiencia deportiva.
Cada participante destacó un valor durante el encuentro. «Respetar a todos sin excepción: deportistas, contrincantes, árbitros, etc. Me quedó mucho más claro cuando vi a mis hijos conviviendo y emocionándose con alumnos de otros colegios, sin marcar una diferencia entre “ellos” y “nosotros”», expresa Elizabeth García.
Jorge, organizador del evento, comentó que el mayor valor que presenció fue el trabajo en equipo. «Además de vivirlo con mi área, pude apreciar el trabajo de toda la gente que colaboró en equipo. Desde mantenimiento, limpieza, voluntarios y todos los demás integrantes que hicieron posible esta semana deportiva».
Susana vivió su primer torneo como entrenadora y reconoce el valor de mirar al otro como aliado y no como rival. «Tuve la oportunidad de vivir el compañerismo, la empatía, la humildad, la disciplina, la gratitud y el servicio. Me voy con la certeza de que mi labor tiene impacto, ya que he visto esta actitud reflejada en mi equipo. Me encantó ver la forma en que mis atletas se comportaron, cómo se animaron entre sí, así como la disciplina y la seguridad que mostraron».

Además, la parte espiritual que caracteriza a la Red de Colegios estuvo presente en las jornadas, entrelazándose con la emoción deportiva y dando sentido espiritual a la convivencia. La fe, que inspira y orienta, se fortaleció en espacios de oración y celebraciones eucarísticas, permitiendo que los asistentes vivieran estos días como una experiencia integral que une la formación humana con la espiritual.
«Las celebraciones de la misa fueron especiales, ya que contábamos con la visita de sacerdotes y capellanes de los distintos colegios, quienes celebraban misa todos los días. La celebración del domingo, en la que participaron todos los colegios, fue memorable. Son espacios que permiten participar del encuentro de manera más plena», menciona Elizabeth.
Retos y aprendizajes
Cada experiencia viene acompañada de desafíos que, lejos de ser obstáculos, se convierten en pequeños motores de crecimiento. El Torneo de la Amistad 2025 no fue la excepción: detrás de cada participación y logro hubo historias que mostraron solidaridad y trabajo en equipo.
Para la familia Delgado García, esta vivencia fue más que una competencia, ya que aprendieron que la fortaleza no solo está en la cancha, sino también en la unión familiar y en las conexiones de apoyo que surgen en momentos difíciles.

«En uno de sus partidos, Eli tuvo un malestar repentino. Mi primera reacción fue buscar al servicio médico, pero me impactó que, casi de inmediato, unos padres de familia que eran doctores la auxiliaran sin dudarlo. No es fácil ver a tu hija en una situación así, pero la empatía y solidaridad de los demás papás me conmovieron porque mostraron una preocupación genuina por el bienestar de los niños», compartió Mario Delgado.
A pesar de los retos y la incertidumbre, Eli Delgado García y su equipo demostraron que la perseverancia dio sus frutos al obtener una medalla de bronce.
Por otro lado, Jorge recalca que la logística del evento fue una prueba de coordinación y organización para todo su equipo: «Coordinar a toda la gente que participaba en distintos puntos fue retador porque, además de las familias y los atletas, recibimos a un equipo de voluntarios que estaba conformado de unas 100 personas, en su mayoría jóvenes de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Me sentí nervioso, sobre todo el primer día, porque suele ser muy caótico, pero la realidad fue que recibimos una respuesta muy positiva de todos. Los jóvenes voluntarios nos contagiaron de su energía desde el primer momento».
Para Susana Hernández, cada día y cada victoria fueron aprendizajes tanto para su equipo como para ella. Definitivamente, el mayor reto fue superar los miedos: «Como entrenadora, el torneo fue un laboratorio real de aprendizaje. Entendí que el deporte forma carácter, ya que verlos enfrentar nervios, levantarse después de una falla, apoyar a quienes tenían miedo o celebrar con humildad los logros me enseñó que mi tarea no es solo técnica; también es humana, educativa y emocional».
Mateo Delgado García nos comentó que se puso muy nervioso al no recordar su rutina de taekwondo. «Estaba concentrado en la primera forma y, después, me puse muy nervioso y se me olvidó la segunda, pero intenté seguir con lo que me acordaba». No se dio por vencido y obtuvo la medalla de plata.

Así como Mateo perseveró y dio lo mejor de sí mismo, logrando obtener su medalla, el torneo también se distingue por ofrecer valiosos aprendizajes más allá de la competencia deportiva. Las jornadas se convierten en experiencias que unen a las familias.
«El torneo nos permite salir de la rutina y convivir mucho más tiempo como familia. En esos días siento una conexión más especial con mis hijos; siento que puedo fortalecer mi vínculo con ellos, pues hubo mucha comunicación, diversión y tiempo de calidad. Compartir este momento es muy gratificante», añade Elizabeth García.
Estos momentos son un recordatorio de que el éxito no se mide únicamente en triunfos y medallas, sino en la capacidad de seguir adelante, intentar de nuevo y no rendirse. Al concluir el último partido, lo que quedó no fueron solo resultados, sino historias que trascendieron: relatos que muestran que lo esencial no está en el marcador, sino en la actitud con la que se afronta cada desafío, enseñando resiliencia ante la adversidad y solidaridad entre familias.
Las vivencias de la familia Delgado García, Jorge Romero y Susana Hernández son solo algunas de las muchas historias que el Torneo de la Amistad 2025 ha dejado. El encuentro termina y las canchas se vacían, pero permanecen el respeto, la amistad y el trabajo en equipo promovidos durante esos días. El deporte es una invitación a seguir construyendo comunidad y elegir constantemente la colaboración y el desarrollo personal. Más allá de la competencia, permanecen las enseñanzas que fortalecen la convivencia y el compañerismo.


