Camila Pinheiro, CRC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, hoy mi corazón se despierta ante una invitación diversa, no vienes Tú a despertarlo, sino que me invitas a entrar en el tuyo, y descubrir lo que hay en él. Me acerco de puntillas, me asomo por la herida de tu costado y me dejo asombrar por lo que allí me encuentre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Te doy gracias, Padre. Desde lo profundo del corazón de Cristo en una oración tan sencilla, brota su verdad existencial y su modo de amar: es Hijo y da las gracias. Y ¿qué nos dice esto hoy?
Vivimos en un mundo en el que precisamente estas dos realidades se encuentran en crisis, la identidad y las relaciones. Repetidas veces nos encontramos en esa búsqueda profunda de quiénes somos y cómo nos manifestamos al mundo, otras tantas, son las relaciones (no del todo sanas) que nos hacen cuestionarnos sobre quiénes somos o quién nos han hecho ser… ante el miedo de ser heridos, aprendemos a vivir para nosotros mismos, nos repiten: tienes que valer por ti mismo, no confíes tanto en los demás. Y a través de la vida se va desdibujando precisamente esas dos verdades tan sencillas que brotan de nuestro bautismo: somos hijos amados del Padre y nuestro modo propio de amar es sencillamente dar las gracias.
Jesús nos viene a recordar lo que el mundo nos ha hecho olvidar: que no estoy solo(a), que soy amado(a), y que él me da todo lo que necesito para vivir, a lo cual mi única y sencilla respuesta tendría que ser: ¡Gracias! Sigamos hoy el consejo de Jesús, aprendamos de Él a ser hijos y a dar las gracias, para que también nuestras cargas se vuelvan más ligeras, para que se sanen nuestras heridas y aprendamos a vivir como hermanos.
«Y el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más y nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad». (S.S. Francisco, Homilía del 27 de junio de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
¿Por qué quieres dar las gracias hoy?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.