Luis Alejandro Huesca Cantú, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Señor Jesús, abre mi corazón! Tómalo y transfórmalo. Tú eres el Señor de la vida y de la historia. Este tiempo te lo doy, es todo tuyo. Te entrego estos minutos de oración para que realices tu obra en mí. ¡Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo, diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: ‘Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”. Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos”. Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: ‘La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente’? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hace unos días a la entrada de un edificio había una puerta automática. Me acerqué a ella y supuse que al acercarme se abriría automáticamente. Pues, realmente supuse mal. La puerta no se abrió. No detectó que yo estaba ahí y que deseaba entrar. Ella decidió no moverse. Se quedó ahí cerrada. Parecía que no era su día. Tuve entonces que buscar otra puerta manual para entrar. Después de este diálogo en el que yo le decía a la puerta: ¡ábrete! La puerta parecía responderme que no quería, simplemente no estaba dispuesta a abrirse. Al final, perdí la batalla. Ella ganó. Yo decidí buscar alguna otra puerta que fuera más amable, que estuviera de buenas ese día.
Esto parece un poco extraño, pero muchas veces nosotros podemos ser como esa puerta que no se quiere abrir. ¿Somos puertas cerradas o puertas abiertas? Podemos ser una puerta cerrada que no está dispuesta a recibir a los demás o podemos ser puertas abiertas que dejan entrar la luz y cobijan a todos.
En el Evangelio de hoy contemplamos el deseo del hijo del dueño de la viña que quiere regresar a lo que le pertenece y entrar. Cristo, el Hijo del Padre, quiere entrar en nosotros, en ti y en mí. ¿Lo dejo entrar o le pongo obstáculos? ¿Cómo recibo yo a Cristo? ¿Le abro las puertas de par en par para que pueda entrar en mí? Él quiere iluminar todo, quiere llenar todo tu corazón, quiere habitar cada rincón de tu interior… ¿lo dejas?
Ahora, en este tiempo de oración, puedes preguntarle a Jesús: ¿Señor, qué puerta quieres que te abra? ¿Qué rincón de mi vida quieres iluminar? Como decía San Juan Pablo II: «No tengan miedo, abran las puertas a Cristo de par en par».
«Nosotros, por lo tanto, incluso siendo pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada, llamados a esa santidad que resplandece en ti por gracia de Dios desde el inicio.
Animados por esta esperanza, hoy invocamos tu maternal protección para nosotros, para nuestras familias, para esta ciudad, para todo el mundo.
Que el poder del amor de Dios, que te preservó del pecado original, por tu intercesión libre a la humanidad de toda esclavitud espiritual y material, y haga vencer, en los corazones y en los acontecimientos, el designio de salvación de Dios.
Haz que también en nosotros, tus hijos, la gracia prevalezca sobre el orgullo y podamos llegar a ser misericordiosos como es misericordioso nuestro Padre celestial». (S.S. Francisco, oración del 8 de diciembre de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Aprovecha la tecnología y llamar a alguien con quien no hablas desde hace tiempo. Seguramente esta persona se alegrará mucho. Recuerda que es más valiosa una llamada, que un simple mensaje.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.