En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Vengo a los pies de tu Cruz para alimentarme de tu Palabra y recibir de tu Corazón los tesoros del Reino que me llamas a repartir en el mundo junto a todos los que forman, junto a mí, una comunidad de fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”. Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?”. Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo”. Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A Jesús no le gusta hacer las cosas solo. Ni siquiera quiso cargar solo su cruz al final del camino. Gran lección para los espíritus protagonistas que quieren llevar la misión sólo con sus ideas y sin contar con la comunidad.
Repasando el Evangelio ¿Con quién me identifico?
Está la muchedumbre sedienta de la Palabra de Jesús, quizá estoy ahí, en medio de todos con ese deseo de recibir algo de Dios acercándome a Él.
O en este momento soy como Felipe, haciendo cálculos humanos para intentar responder a las necesidades del mundo y de la Iglesia, a las necesidades de mi familia y conocidos y constato que “nada alcanza”, ni para lograr la paz, ni para resolver tantos problemas. Las soluciones a partir solamente de los medios de este mundo no me alcanzan, pero se lo cuento a Jesús.
O soy como Andrés, que tiene la sensibilidad de acoger a ese muchacho que en su pobreza viene a ofrecer lo que tiene y se lo muestra a Jesús. Un Andrés que todavía duda porque a pesar de llevar a Jesús lo que tiene ese joven, es realista y dice: “¿Qué es eso para tantos?”. Pero al menos intenta darle una respuesta a la pregunta del Maestro y acoge la ofrenda de ese joven.
Y Jesús actúa y pone a todos a colaborar. Sientan a la gente, reparten y recogen. Los hace colaboradores del Reino, ellos ven el milagro de cerca, ven a Jesús recibiendo del Padre la Misericordia y transformarla en ese momento en comida para todos.
¡Nadie de la comunidad es Jesús! Pero todos colaboran dialogando con Él desde su realidad y obedeciendo a Jesús, es así como Jesús quiso obrar este milagro.
«Cuando Jesús con su compasión y su amor nos da una gracia, nos perdona los pecados, nos abraza, nos ama, no hace las cosas a medias, sino completamente. Como ha ocurrido aquí: todos se han saciado. Jesús llena nuestro corazón y nuestra vida de su amor, de su perdón, de su compasión. Jesús, por lo tanto, ha permitido a sus discípulos seguir su orden. De esta manera ellos conocen la vía que hay que recorrer: dar de comer al pueblo y tenerlo unido; es decir, estar al servicio de la vida y de la comunión». (S.S. Francisco, Catequesis del 17 de agosto de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Aprender de Jesús y pedir consejo, buscar ayuda y colaborar con otros en alguna realidad de mi vida en la que esté queriendo solucionar todo solo yo. Así abrirme a la experiencia de que muchas gracias del Reino las da Jesús a través de la colaboración de los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.