H. Javier Rabellino, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Tú sabes que te quiero; permíteme demostrarte mi amor en las cosas pequeñas de mi día a día. Te pido que, aunque me distraiga en el camino, me tomes de la mano y me ayudes a regresar a la senda que me lleva a Ti y me hará verdaderamente feliz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19
En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.
Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.
“Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con que género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El amor es algo que no solo se dice, sino que se hace obra. Pedro es interrogado sobre su amor a Dios después de haber negado a Jesús tres veces. El Señor claramente lo perdona porque, además de que le quiere demostrar cuán grande es su amor, también sabe de la poderosa experiencia que es el ser un pecador misericordiado. Ahora san Pedro puede dar su vida por sus hermanos, su amor se convierte en vida que no teme darla para que otros crean que Jesús es Dios y convertirse también en semilla de nuevos cristianos.
La experiencia de encontrarse con la misericordia de Dios después de haber metido la pata es un ejemplo que mueve a muchos de nosotros, por eso Pedro, como cabeza de la Iglesia es tan gran modelo. Porque, ¿quién no se ha equivocado o pecado? Todos necesitamos de la misericordia de Dios, pero a veces nos es difícil dar los primeros pasos para aceptarla en nuestra vida o, incluso, nos da miedo reconocer que estamos mal; por esto es necesario ver ejemplos de personas que han logrado levantarse después de haber pecado; el testimonio de los «pedros» que nos podemos encontrar en la vida nos ayudará a darnos cuenta de que necesitamos de Dios.
El martirio de san Pedro nos enseña que a nadie se le niega la redención, solo necesitamos el arrepentimiento en nuestras vidas y podremos llegar a dar la vida por aquel que amamos.
«Al final del Evangelio, Jesús le dice a Pedro: “Apacienta mis ovejas”. Habla de nosotros y dice “mis ovejas” con la misma ternura con que decía mi Iglesia. ¡Con cuánto amor, con cuánta ternura nos ama Jesús! Nos siente suyos. Este es el afecto que edifica la Iglesia. Hoy, a través de la intercesión de los apóstoles, pidamos la gracia de amar a nuestra Iglesia. Pidamos ojos que sepan ver en ella hermanos y hermanas, un corazón que sepa acoger a los demás con el tierno amor que Jesús tiene para nosotros. Y pidamos la fuerza para rezar por aquellos que no piensan como nosotros (este piensa de otra manera, yo rezo por él) para rezar y amar, que es lo opuesto de chismorrear, quizás a la espalda. Nunca chismorrees, reza y ama.»
(Ángelus S.S. Francisco, de 29 de junio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acudir al sacramento de la confesión si lo necesito y si no, solo hacer una oración pidiéndole perdón al Señor por mis pecados.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.