Regnum Christi Internacional

Viernes 25 de marzo de 2022 – «Carne de mi carne»

Edgar Maldonado, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesucristo, Señor nuestro, aunque soy indigno, te tengo, por tu santo Evangelio, entre mis manos impuras.

Te lo ruego, dime palabras de vida y de consuelo por la boca y por la lengua de tu santo Evangelio.

Concédeme, Señor, la gracia de escucharlas con nuevos oídos interiores y cantar tu gloria con la lengua del Espíritu. Amén. (Oración escrita por José Busnaya, monje siríaco del s. X, para pedir al Señor su luz para entender las Sagradas Escrituras mientras se tiene el Evangelio entre las propias manos.)

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Leamos una vez más el Evangelio con esta pregunta en mente, ¿qué hizo María para que se le apareciera el ángel? Sí, lee el Evangelio una vez más, las veces que sean necesarias para entender y escuchar la voz del Señor.

Evidentemente, el Evangelio no dice nada sobre alguna acción en especial de María porque ella no hizo nada de particular para que el ángel viniera a saludarla. Sin embargo, la Virgen sí hizo algo que Lucas no lo menciona explícitamente.

Un primer presupuesto es aceptar el hecho de que la oración es una gracia, pues es Dios quien manda a Gabriel a comunicar un mensaje a María. Es decir, el primer interesado en el diálogo es Dios.

Fundamentalmente María acoge el mensaje del ángel. Acoger implica escuchar el mensaje, ponderarlo con el corazón y responder, de manera que nuestra voluntad coincida con la del Señor, hágase en mí según tu palabra. Ese es el el ABC de la oración: conciencia de que la oración es una gracia, atención y escucha, y la respuesta personal. Lee el texto una vez más e identifica los momentos de la oración de María.

«El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado nos relata el momento decisivo de la historia, el más revolucionario. Es una situación convulsa, todo cambia, la historia se invierte. Es difícil predicar sobre este pasaje. Y cuando en Navidad o en el día de la Anunciación profesamos la fe para decir este misterio nos arrodillamos. Es el momento en que todo cambia, todo, desde la raíz. Litúrgicamente hoy es el día de la raíz. La Antífona que hoy marca el sentido es la raíz de Jesé, “de la que nacerá un brote”. Dios se agacha, Dios entra en la historia y lo hace con su estilo original: una sorpresa. El Dios de las sorpresas nos sorprende una vez más». (S.S. Francisco, Homilía del 20 de diciembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Acojo tu Palabra, Señor, me dejo interpelar y persevero en mi corazón. Quiero, como mi Madre Santísima, recibir en mi interior la Palabra de vida. Quiero que vivas Tú en mí, pero quiero todavía más ser yo quien viva en ti; quiero vivir de ti, de tu Palabra. Quiero que mi corazón sea otra gruta de Belén para tu nacimiento, para tu encarnación, quiero que seas Tú quien viva, ore y ame en mí.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Delante de una imagen de Nuestro Señor, repite “Habla, Señor, te escucho” las veces necesarias. Después de cada repetición haz una breve pausa y recoge tus sentidos y disponte interiormente al diálogo con Cristo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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