H. Emmanuel Toro, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, dame el don de conocerte experimentalmente; ver en las cosas de este mundo tu presencia y ser tu instrumento para que otros te conozcan.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30
En aquel tiempo, Jesús recorría Galilea, pues no quería andar por Judea, porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba ya la fiesta de los judíos, llamada de los Campamentos.
Cuando los parientes de Jesús habían llegado ya a Jerusalén para la fiesta, llegó también él, pero sin que la gente se diera cuenta, como incógnito. Algunos, que eran de Jerusalén, se decían: “¿No es éste al que quieren matar? Miren cómo habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene éste; en cambio, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde viene”.
Jesús, por su parte, mientras enseñaba en el templo, exclamó: “Con que me conocen a mí y saben de dónde vengo… Pues bien, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; y a él ustedes no lo conocen. Pero yo sí lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado”. Trataron entonces de capturarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Es posible conocer a Dios en nuestra mente? El hombre busca conocer la realidad, se pregunta cosas, busca respuestas. Pero, al tratarse de Dios, ¿es posible ahondar en su infinidad? Este Evangelio nos responde que las personas «conocen» a Jesús, es decir, saben de dónde vienen, qué hace, incluso algunos afirman: «Este es el Mesías». Pero otros se oponen porque —dicen— el Mesías no viene de Galilea, sino de la estirpe de David, de Belén; y así, sin saberlo, confirman precisamente la identidad de Jesús. Pero no responden la pregunta de quién es.
No obstante, Jesús exclama valientemente su identidad: «yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz, a Ése vosotros no le conocéis; yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado.» Pero aún no había llegado su hora, la hora de la cruz en donde los fariseos entonces empezarán a creer más en Él. Y aunque se esforzarán por acabar completamente con sus enseñanzas, se darán cuenta de que efectivamente Jesús era el Mesías.
Muchas veces podremos caer en la tentación de crear a un Dios a nuestra medida. Si Dios no es como yo lo pienso, como yo lo quiero, será entonces un Dios injusto, egoísta, lejano. Pero a Dios no se le puede clasificar o medir. Dios debe ser para nosotros todo. Dios busca nuestro bien, aunque no lo entendamos, y nos lo muestra con el gran ejemplo de su sufrimiento y su muerte en la cruz, por cada uno de nosotros.
«¿Y quién es este? Es el Señor Jesús. Los apóstoles eligen vivir bajo el señorío del Resucitado en la unidad entre los hermanos, que se convierte en la única atmósfera posible del auténtico don de sí mismo. También nosotros debemos redescubrir la belleza de dar testimonio del Resucitado, saliendo de actitudes autorreferenciales, renunciar a retener los dones de Dios y sin ceder a la mediocridad. La reunificación del Colegio apostólico muestra cómo en el ADN de la comunidad cristiana hay unidad y libertad de uno mismo, que nos permite no tener miedo de la diversidad, no apegarnos a cosas y dones y convertirnos en martyres, es decir, testigos luminosos del Dios vivo y operativos en la historia.»
(Audiencia SS Francisco, 12 de julio de 2019)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Iniciar mi oración y mis actividades invocando al Espíritu Santo y pedirle sus dones, sus gracias y su cercanía.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.