Regnum Christi Internacional

Viernes 3 de enero de 2020 – El cordero que vio Juan.

cordero de Dios

H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que pueda seguirte en mi vida diaria para que me dé cuenta del gran don que eres para mí, y que este seguirte me lleve a ayudar a otros.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”

Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Ser testigos de Cristo significa reconocer quién es Él verdaderamente para que podamos comunicar la noticia a todos los que nos encontremos. Cristo es infinitamente misericordioso porque ha querido tomar el pecado de todo el mundo, más allá de lo grave que sean los pecados, y nos los perdona, es un perdón siempre activo como en la confesión. Cristo es el que bautiza con el Espíritu Santo porque Juan solo lo hacía con agua; así es como Jesús vino a compartirnos su vida divina, como un amigo que nos comparte sus cosas y nos hace sentir parte de su familia plenamente.

Es de notar que Juan se da cuenta de cómo la paloma baja sobre Cristo porque quiere decir que él estaba en sintonía con Dios y por eso reconocía estos signos; Juan era un hombre que irradiaba una presencia grande de Dios en su persona.

¿Qué significa que Jesús es el cordero de Dios? Es que Él se sacrifica por nosotros porque nos quiere ver felices; es como un padre que es capaz de sacrificarse por la familia que tanto ama y de la cual conoce el valor.  Dios, que es todopoderoso, ha querido hacerse pequeño para que nosotros lo pudiéramos entender mejor, una forma en la que lo ha hecho es el ser cordero.

El cordero también es una imagen de dar el sustento; alguien que ama de verdad se preocupa de que no le falte nada al amado. El grado máximo del amor es la donación total, es lo que Dios ha hecho por nosotros, pero esto es difícil de ver y, por ello, Él mismo ha querido darnos personas que nos ayuden a verlo. El primer paso es reconocerme pecador porque Dios no me puede perdonar lo que yo no reconozco, después viene el pedir perdón porque se necesita nuestra acción para que la misericordia pueda actuar en nuestras vidas, sin nuestra acción no se podría. Te reconozco, Señor, como el todo de mi vida, ayúdame a poner en tus manos mi vida con todo y mis pecados para que Tú conviertas mi paja en tu lugar de reposo.

«La fracción del Pan está acompañada por la invocación del “Cordero de Dios”, que es la imagen bíblica usada por san Juan el Bautista para identificar a Jesús como Aquél que quita el pecado del mundo. En el Pan eucarístico reconocemos al verdadero Cordero de Dios, que es Cristo, y le suplicamos: “Ten piedad de nosotros…y danos la paz”.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 14 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un examen de conciencia para reconocer mi pecado y si lo necesito me confesaré.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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