H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor que te reconozca como alguien importante en mi vida y que este sentimiento me lleve a amarte en mi prójimo que más me necesite.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
No es suficiente no matar físicamente, porque en nuestro interior también podemos «matar» a los demás. En nuestras relaciones nos encontramos con gente que no nos cae bien, con la que no nos llevamos, y el hecho de que nos lleguemos a hacerles algún mal no es la actitud cristiana que nos pide el Señor. Más allá de un mero cumplimiento de los mandamientos por el miedo de no ir al infierno, debemos seguir las huellas de Jesús el cual era una persona que llegó a amar a sus enemigos, pero para llegar a esto claramente no lo podemos hacer solos, necesitamos de la fuerza del Espíritu Santo, por eso pidámosle a Él, en esta Cuaresma, que nos ayude a encontrar la forma de amar y perdonar.
El cumplimiento exterior de las cosas que hacemos por ser cristianos, dejando de lado la actitud y lo que conlleva el amar a Dios en concreto (que es al amor al prójimo), se queda como un vaso de agua sin agua. Imaginemos que Dios nos pide este vaso con agua, que lo podemos hacer sin ningún problema, pero si nos falta el agua que es esencial, nuestro acto pierde sentido. Es así en nuestra vida. Por ejemplo, el ir a misa todos los domingos. Si esto no nos lleva a ayudar en la casa, hacerle algún favor a alguien que lo necesite, ayudar a la gente de la calle, etc., se queda como algo meramente de cumplimiento y no por amor a Dios que nos lleva a amarlo con la iglesia y en el mundo.
«Acogiendo la Ley de Dios en nuestros corazones entendemos que, cuando no amamos a nuestro prójimo, nos matamos de alguna manera a nosotros mismos y a los demás, porque el odio, la rivalidad y la división matan la caridad fraternal, que es la base de las relaciones interpersonales. Y esto se aplica a lo que he dicho sobre las guerras y también a las habladurías, porque el lenguaje mata. Aceptando la Ley de Dios en el corazón se entiende que los deseos deben ser guiados, porque no se puede tener todo lo que uno desea, y no es bueno ceder a sentimientos egoístas y posesivos» (SS Francisco, Ángelus 16 de febrero de 2020)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar a una persona que no haya perdonado y pidiéndole al Señor la gracia, perdonarlo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.