H. Leonardo Garzón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que te conozca para poder amarte y que te ame para poder seguirte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo:
“Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’.
¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Cristo nos invita a preguntarnos qué significa ser su discípulo. Nos ha estado formando y ahora nos lo hace ver, y nos pregunta para que nosotros podamos decidir qué queremos hacer. Ante las prescripciones enunciadas por Cristo podemos ver, a primera vista, que es muy difícil y hasta radical lo que Él pide, pero no hay que malinterpretar lo que dice la Escritura porque Dios, de hecho, quiere que le demostremos nuestro amor a través de nuestros padres, esposos, hijos y hermanos; porque lo que Él quiere es que aprendamos a amarlos como Dios los ama.
La otra parte de la que habla Cristo es el tomar la cruz. Todos sufrimos, sea en cosas grandes o pequeñas, la diferencia que podemos hacer es en cómo vivimos estos momentos difíciles; nos puede iluminar contemplar cómo lo hizo Dios. Esto es darle sentido al sufrimiento sabiendo que una vida sin esta actitud es insoportable, el que no vive amando hasta en el sufrimiento, le es muy difícil continuar viviendo.
Estos dos elementos son la base de la vida del cristiano. Los podemos resumir como poner a Dios en el lugar indicado, que sería en el centro de nuestras vidas, para de ahí, iluminar todas nuestras obras, pensamientos y actitudes. Todo para amar más a Dios y comunicar este amor a los demás, para que también otros puedan encontrarlo y amarlo.
Y a ti, ¿cómo te pide Dios seguirlo amando más y tomar tu cruz hoy, en las circunstancias en las que te encuentras?
«La vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o cultura particular. Cuando el “parentesco” se vuelve la clave decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina por justificar y hasta “consagrar” ciertas prácticas que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión —favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción—. La exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y nos dice: cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural, social “no puede ser mi discípulo”. Su amor y entrega es una oferta gratuita por todos y para todos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de septiembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Demostrarles a mis seres queridos cómo los ama Dios con un acto concreto.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.