H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Amigo mío, Jesús, ¿cómo estás? Quiero que sepas que estoy un poco triste hoy, pero gracias por dejarme estar contigo al menos un par de minutos. Sé que eres una persona muy ocupada y por eso quiero aprovechar este momento. Te pido que me ayudes con mi familia porque no sé qué hacer, creo que no me entienden, ayúdame en la escuela porque me está costando mucho… en fin, Tú sabes cómo me va. ¡Gracias por ser mi amigo!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 12-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El hecho de ser amigos de Dios va más allá de lo que podemos entender, ¿cómo es posible que Dios omnipotente pueda tener amigos? Y aún más, necesite amigos. Dios quiso que lo viéramos como amigo para sentirlo cercano; que lo pudiéramos llamar por su nombre cuando lo necesitáramos y cuando le quisiéramos compartir nuestros triunfos. Dios no es como un señor que sólo busca que trabajemos para Él, que nos quiere por lo que le podemos dar. Jesús viene a cambiar la perspectiva de nosotros mismos y de Dios. Es nuestro amigo que nos quiere por lo que somos, que de hecho dio su vida por nosotros.
Más allá de un mero sentimentalismo, Jesús viene a mostrarnos que un amigo llega al extremo del amor. Una madre que ama a su familia es capaz de sacrificarse por el bien de sus hijos, un padre ama a sus hijos siempre más allá de sus propios intereses, un verdadero amigo te da su vida como muestra de que puedes contar con él siempre… tantos ejemplos de los que podemos hablar que reflejan un amor desinteresado que busca el bien de los demás sobre el propio.
El versículo del Evangelio que habla de la elección de Dios me hace pensar en cuántas personas siguen un camino que Él les ha marcado. Me hice la reflexión de que todos tenemos una vocación, esta es nuestra vida misma. Todo lo que nos pasa es por una razón. Dios, ya desde que eres niño, por ejemplo, te va preparando si te quiere para sí como su sacerdote. Las experiencias que te deja vivir te ayudarán en tu vida como padre o madre. La gente que pone a tu alrededor se presenta como personas de las que puedes aprender algo.
«Tenemos que ponernos a trabajar con urgencia para generar buenas políticas, diseñar sistemas de organización social en la que se premie la participación, el cuidado y la generosidad, en vez de la indiferencia, la explotación y los intereses particulares. Tenemos que ir adelante con la ternura. Una sociedad solidaria y justa es una sociedad más sana. Una sociedad participativa —donde a los “últimos” se les tiene en consideración igual que a los “primeros”— refuerza la comunión. Una sociedad donde se respeta la diversidad es mucho más resistente a cualquier tipo de virus.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 30 de septiembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar un rosario por la persona que más quiero.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.