H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero abrirte mi vida para que te conviertas en alguien importante para mí; sé que a veces me puedo alejar de Ti, pero te pido la gracia de que nunca me dejes solo. Te pido que me concedas los lentes de la fe para verte en mi vida cuando actúas y cuando solo estás ahí presente sin decir mucho.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: ¨Voy a pescar¨. Ellos le respondieron: ¨También nosotros vamos contigo¨. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: ¨Muchachos, ¿han pescado algo?¨. Ellos contestaron: No¨. Entonces él les dijo: ¨Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces¨. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: ¨Es el Señor¨. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: ¨Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar¨.
Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: ¨Vengan a almorzar¨. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¨¿Quién eres?¨. Porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se los dio y también el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dios se aparece en medio de las circunstancias cotidianas de la vida, para los apóstoles fue la pesca. Estando en el lago y trabajando en lo que les gustaba, el Señor se les aparece y, al inicio, es difícil descubrir que es Él. Este episodio del Evangelio nos recuerda que debemos buscar a Jesús en nuestro día a día, no es fácil, pero de verdad nos dará mucha paz el hecho de ver a Cristo en medio de nuestras circunstancias. Dios quiere ser parte de nuestra vida, quiere alegrarse con nosotros, llorar con nosotros, sentir lo que nosotros sentimos. Quiere ser una persona cercana a nuestra vida.
Ante la sorpresa de la resurrección y las apariciones a los apóstoles, ellos se llenan de una inmensa alegría. Esta felicidad por la vida de Jesús les lleva a poner toda su confianza en Él, a hacer lo que les dice porque saben que les ayudará en todo lo que emprendan. Una nueva vida se les comunica; esta nueva etapa está marcada por el amor y la confianza en Dios quien es capaz de resucitar a gente de los muertos.
En este periodo de pascua, pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de confiar más en Él para convertirnos en testimonio de una vida llena de Dios y que contagie la alegría del Evangelio. Con esta fe y confianza en el Señor tenemos el arma secreta para luchar contra las fuerzas del enemigo. Nuestra vida cristiana es una batalla contra el demonio que nos quiere ver lejos de Dios. No nos detengamos en este camino hacia Dios, este camino que nos da esperanza para el futuro.
«En esta otra pesca no se habla de asombro. Se puede ver una cierta naturalidad, se puede ver que ha habido progreso, un camino que ha ido creciendo en el conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; diré la palabra correcta: en la familiaridad con el Señor. Cuando Juan vio esto, le dijo a Pedro: “¡Pero si es el Señor!”, y Pedro se ciñó la túnica, se tiró al agua para ir al Señor. La primera vez se arrodilló ante él: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador. Esta vez no dice nada, es más natural. Nadie preguntó: “¿Quién eres?” Sabían que era el Señor, era natural, el encuentro con el Señor. La familiaridad de los apóstoles con el Señor había crecido. Nosotros los cristianos, también, en nuestro camino de vida estamos en este estado de caminar, de progresar en la familiaridad con el Señor. El Señor, podría decir, está un poco “a la mano”, pero “a la mano” porque camina con nosotros, sabemos que es Él. Nadie le preguntó, aquí, “¿quién eres?”: sabían que era el Señor.»
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de abril de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una oración especial por los sacerdotes.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.