Daily Meditation

Miércoles 1° de junio – Como ángeles del cielo.

 

San Justino Mártir

H. Iván Yoed González LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias te doy, Señor, por llamarme a estar contigo. Yo jamás mereceré tu amor, pero tengo la confianza de que jamás me faltará. No merezco ser un alma llamada por Ti, por eso quiero presentarme ante Ti con humildad y gratitud. Deseo acoger tu gracia con la misma ilusión con que Tú me la ofreces. Quiero escucharte, conocerte, aprender de Ti y transmitirte. Concédeme un corazón atento que reciba, con sencillez y valentía, tu voluntad para mí en este día. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 12,18-27

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.

Jesús les contestó: “Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

¿Qué nos viniste a traer, Señor? Con tu venida al mundo, se abrió efusivamente un torrente de gracias. Nuestras almas, que podrían vivir como en una duradera somnolencia, vinieron a ser sacudidas por tu amor.

El corazón del hombre se enamora fácilmente de tantos ídolos, y, curiosamente, yerra la elección con gran frecuencia. ¿Quién eres Tú, Señor, que eres tan difícil de encontrar? Eres la verdad, únicamente una verdad. Y en este mundo, en donde las «verdades» se multiplican cada día, pareciera como si el mensaje que viniste a darnos estuviera siendo sofocado. Entre tantos colores, tanto ruido, noticias, rumores, palabras vanas, pareciera que tu voz viene a ser realmente enmudecida. El pecado es como una agonía que no termina y que tiene como principal papel el inhibir el alma de tal forma, que no pueda ver con ojos verdaderos. Quisiera poder distinguir tu amor y apartarme de cuanto jamás pasará del margen superficial.

Mi vida no ha de terminar en esta tierra, Señor, mi felicidad tampoco. Hoy quiero dedicarme a buscarte, Señor. Tengo bien presente que no es fácil encontrarte, pero tengo cierto que es infinitamente posible con tu gracia. Sacude mi alma, enséñame a mirar con ojos que descubran cada instante como una ocasión para extender tu Reino. No viniste únicamente a morir, sino a resucitar también, y contigo yo, Señor. Hazme llevar tu nombre a cuantos hoy me quieras presentar. En medio de mis luchas cotidianas, de los esfuerzos repetidos, quiero llevar activamente tu palabra, tu amor. Comprendo que mi misión como cristiano, cristiana, no es fácil hoy; pero confío en tu compañía que me sostiene. He de apartarme de los «amores» de esta tierra para poder enamorarme únicamente de Ti, Dios mío, y en Ti amar también a los demás, para poder un día también vivir como ángeles del cielo unidos en tu amor. Como Tú, quiero ser voz que exclame, que Tú no eres un Dios de muertos, sino de vivos. Gracias por venir a mi vida, Dios mío.

Amén.

 

«Los Saduceos que presentan a Jesús el caso límite de una mujer, viuda de siete hombres, que no hablaban de esta vicisitud con el corazón, hablaban de esta mujer como si fuera un laboratorio, todo aséptico, todo… Era un caso de moral. A mí no me gusta cuando se habla de estas situaciones de manera tan académica y no humana, a veces con las estadísticas… En la Iglesia hay tantas personas en esta situación. En estos casos es necesario hacer lo que dice Jesús, rezar por ellos. Ellos deben entrar en mi corazón, ellos deben ser una inquietud para mí: mi hermano sufre, mi hermana sufre. He aquí el misterio de la comunión de los Santos: rezar al Señor: ‘Pero Señor, mira a este, llora, sufre. Rezar, permítanme decirlo, con la carne: que nuestra carne rece. No con las ideas. Rezar con el corazón».

(Homilía 6 de junio de 2013, en Santa Marta)

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy viviré con especial amor las tareas de este día, con la certeza de que todo contribuye a la extensión de tu Reino, Dios mío.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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